miércoles, 9 de mayo de 2012

Elizabeth 5ta parte


5ta. Parte



Y bajo el cielo estrellado,
Bajo la hermosura de la imponente luna,
La influencia de cientos de tragos,
La influencia de la suerte encaprichada.


Las chicas había pasado jugando toda la noche con aquella esfera, haciéndola rodar entre sus  manos para que no crezca, dejándola levitar, dándole formas y volviéndola  a achicar.
-          Y... ¿ Cuánto crees que pueda crecer?
-          No lo sé muchachita... Tal vez hasta el infinito, tal vez explote... No tengo ni idea, para serte completamente sincera, no lo he pensado
-          ¿Y si probamos?
-          ¿Y si estalla?
-          Si estalla... Habrá valido la pena, de no hacerlo moríamos por la curiosidad.
Gabriela dejó la esfera a un metro y medio de ellas y regresó a la cama indicándole a Amelia que hiciera lo mismo. Tomó un almohadón y encogiendo las piernas se cubrió con él preparándose para el espectáculo que aquella concentración de luz, mezcla de brillo y oscuridad les brindaba.
Diámetro: cinco centímetros, seis, siete, siete y medio, ocho. Las chicas miraban asombradas la rapidez con la que crecía, el pequeño punto negro que alguna vez  había estado en su centro ahora se encontraba saltando de un lado al otro y con su tamaño triplicado, la esfera seguía en aumento. Quince centímetros, quince y medio, dieciocho, al llegar a los veinte la esfera paró de expandirse. Levitaba ya completamente inmóvil  con el pequeño objeto negro en su interior golpeando sus paredes a una velocidad que lo hacía casi imposible de ver.
-          Amor... -Sonaba asustada
-          Dime Gaby
La pelota oscura golpeaba cada vez con más fuerza la esfera estirando al extremo aquel material.
-          Creo... Creo que va a estallar.
-          Bruja - dijo algo molesta por la obvia información - Iré a arreglarlo
-          Nena... Creo que aún cuando dediques toda la mañana a moverla en círculos entre tus manos ella se achique.
-          ¿Entonces qué? ¿La dejo estallar?
Gaby no respondió y Amelia se acercó a la esfera que flotaba frente a ellas, la tomó en las manos y movió en círculos.
-          Nena... No funciona (!)
-          ¡Yo sé Gaby! ¡Yo sé!
Amelia la movió más velozmente y la esfera no redujo su tamaño pero el objeto negro que tenía dentro dejó de moverse conforma la chica lo hacía girar hasta por fin recobrar su lugar en medio de aquella estructura que emanaba luz.
-          Creo que lo logré - Sonrió

Un fuerte estallido despertó a Elizabeth que se llevó la mano a la cabeza en un intento por recordar lo que había sucedido:
-          Esteban, Gaby, Amelia, vino... Más vino... ¡Ag! - gruñó frustra por su intento fallido.
Jamás olvidaba, al menos no definitivamente, tal vez sea sólo cuestión de tiempo para recordarlo.
Se recostó para continuar durmiendo.
Cinco segundos más tarde se levantó de un salto de su cama y corrió hacia la habitación de su prima, la encontró sentada sobre el suelo con Amelia entre sus brazos. Se había desmayado tras la explosión y ambas se hallaban contra la pared opuesta. Amelia tenía una herida abierta en la frente.
-          ¿Qué pasó Gaby?  - Corrió hacia la otra joven y revisó que no tuviese ninguna herida mayor.
-          Ehm... Ehm... Hubo un temblor
-          ¿Un temblor?
-          Sí, fue muy fuerte, la casa se movió entera, yo estaba en la cama pero Amelia iba a  ir a ducharse, perdió el equilibrio y se golpeó contra la pared.
-          ¿Y eso? - señaló la frente ensangrentada  de Amelia
-          Le cayó la estantería encima.
-          Llamaré a una ambulancia...
-          No, no, estoy bien -trató de levantarse pero no lo logró
-          Yo puedo revisarla
Esteban había entrado en la habitación sin que nadie lo notara
-          ¿Eres doctor?
-          Nop, soy biólogo pero tal vez pueda ayudar, no perdemos nada, ¿ no?
Elizabeth aceptó asintiendo con la cabeza
-          Vamos a revisarte, ¿sí?
La levantó en sus brazos y la recostó en su cama, tocó su cuello levemente  en busca d algún daño. No encontró nada.
-          ¿Puedes decirme tu nombre?
-          Amelia
-          Wow, es un lindo nombre ¿podrías  seguir la luz con los ojos?
Ella asintió mientras Esteban sacaba su llavero y separaba una pequeña linterna que siempre andaba a cargar.
-          La verdad Elizabeth... ¿Puedes traer un botiquín Gaby? ¿Lo tienes?
-          Ya te lo traigo - dijo mientras corría por él
-          La verdad, Elizabeth, es que por los libros que leí y el curso de primeros auxilios que recibí, creo que está bien, al parecer la tabla cayó sobre su cabeza pero el corte lo causó un pedazo del florero de cristal que se rompió
Gaby volvió y le entregó la caja sin decir palabra
-          Vas a estar bien - limpió la herida - No te lastimaste mucho, tal vez te rompiste un vaso, pero es poco profundo - colocó un ungüento que le hizo quejarse aún más que el alcohol que había puesto antes - lo siento pero tengo que frotarlo bien, si no entra, tardará más en cicatrizar.
-          Gracias...
-          No hay de qué Amelia, un gusto pode ayudar.

-          ¿Y Amelia?
-          La dejé en la ducha, le dije que se relaje, que no había apuro en que bajara
-          ¿Ya se siente mejor?
-          Sí, fue sólo un golpe, o eso dice, si a mí me pasar a eso, saltaría a mi cama, me tapara, dejaría que me consientas y no me levantaría ni al baño en todo el día.
-          Sí, si sólo cuando te raspas la rodilla te das reposo absoluto, si te golpeas la cabeza... Mínimo y me haces llevarte al hospital.
-          Gaby se acercó a ella para besar su mejilla en un abrazo pero como siempre, Elizabeth la esquivó, volteó hacia el mesón, tomó un vaso de jugo y se lo o sirvió en el desayunador de la cocina junto con una taza de chacoloteada helada, un par de tostadas, huevos revueltos y mermelada -Aliméntate Gaby.
Gabriela se sentó sobre un banco alto y comenzó a comer mientras veía a Elizabeth preparase cereal
-          ¿Tú no vas a comer?
-          Eso voy a hacer - levantó el tazón
-          Me refiero a comida de verdad, como la que me preparaste a mí
-          Sabes que yo no cocino
-          ¿Y esto? - señaló la comida que le preparó.
-          Para nadie que no seas tú Gaby...
Amelia apareció en las escaleras.
-          ¿Te sientes mejor?
-          Sí, gracias Beth, mucho mejor
-          Ven - extendió la mano y la acercó a ella, se levantó de la silla, la hizo sentarse y se sentó sobre ella - ¿No es linda?
-          Ah, claro, me presumes a tu amiga... Pero yo también tengo una - llamó a Vyoleth por su nombre y esta corrió hacia ella, Elizabeth la tomó en sus brazos, le preparó un tazón de leche con comida para perro, la devolvió al suelo y se la dio a comer - Y yo prefiero la mía - se lavó las manos, tomó uno de los platos con cereal y se lo ofreció a Amelia.
-          No, no. No te preocupes - Gaby tomó una tostada y la llenó de mermelada de mora -Haber nena, di: A.
-          A... - Le dio una mordida  -Mmm... ¡Qué rico! Gracias
Elizabeth la miró molesta, no podía creerlo, el único desayuno real que había preparado, era para Gabriela y ella lo  estaba regalando.
-          Díselo a mi prima, vida, ella lo hizo.
-          Gracias Beth
-          No agradezcas
-          Debo hacerlo, está delicioso - dijo mientras Gabriela le daba una cucharada de los  huevos revueltos con pimiento que le habían cocinado a ella
-          No. No tienes por qué, lo hice para Gaby, no para tí
Amelia regresó a ver a Gabriela sonrojada por la vergüenza de haber ofendido a Elizabeth que se había sentado ya en frente de ellas, sobre el mesón.
-          Y... ¿ Mi doctor? ¿No ha bajado aún?
-          No, y la verdad, dudo que lo haga pronto vida
-          Sí, eso es cierto, ¿acaso no recuerdas la resaca después de tu primera borrachera, Amelia?
Las imágenes se agolparon en su memoria, no tendría más de quince cuando sucedió, su madre había llegado de trabajar cuando la puerta sonó, botó sus tacos al aire con un movimiento de las piernas y fue a abrir.
Un hombre alto con gafas de sol y un terno verde rayado y de lo más grotesco la sujetó del cabello y la empujó contra la pared mientras cerraba la puerta.
-          ¿Ya tienes mi dinero perra?
-          Jor-Jorge... - Tartamudeó
Él le asestó una cachetada que le hizo caer al suelo
-          ¡Te pregunté por mi dinero!
-          Jorge, no lo tengo, aún no...
Pateó su espalda
-          ¿¡No te dije que lo quería hoy!?
-          Sí, sí... -Estaba llorando - lo dijiste  - volteó buscando a su hija que ya se había escondido
-          ¿Y dónde está?
-          No lo conseguí, necesito más tiempo
-          Más tiempo... ¡Más tiempo! ¿Y tú crees que soy tu madre o tu hada madrina para que me hagas esperar? ¿Estás jugando conmigo?
-          No... No… -sollozaba
-          Sacó un arma y la apuntó a su cabeza - mira, tienes dos opciones: o me pagas... o me pagas
-          Pero no tengo, al menos no ahora...
El hombre la tomó del brazo y la obligó a pararse, luego a rastreas la sentó en el sillón
-          Haber, mírame a los ojos... ¡Mírame, te estoy hablando imbécil! - la sacudió y la obligó a verlo - Tú necesitas dinero, ¿no? Y yo una vendedora, es tan simple como que tu recojas la mercancía en mi casa y se la entregues al comprador.
-          ¿Hablas de droga?
-          A tí no te importa de qué hablo, podría estar hablando de cocaína  o de unicornios rosa, me debes dinero y te guste o no, trabajarás para mí hasta que me pagues todo.
El siguiente recuerdo que tiene es el de su madre enviándola a gritos a su habitación y ella robándole una botella de tequila, alta y colorida que su madre había comprado para adornar su casa. Se embriagó hasta que cayó inconsciente en el suelo.
-          Es algo que prefiero no recordar Beth...

-          ¿Dónde está?
Había lanzado toda la ropa de su maleta al suelo y volteado sus cajones en su desesperación por encontrar su cofre, pero no había nada, las llaves estaban en el suelo pero la caja había desaparecido
-          Y... ¿Y si fue eso o que estalló? - se dijo aterrado ante la idea.

Esteban salió por la puerta trasera de cristal que daba hacia el mar y se sentó junto a las chicas que se bronceaban sobre la arena junta la una a la otra, boca-abajo y con un balde lleno de hielo y cervezas  en frente.
-          Chicas....
-          Hola Doc. - contestó Gabriela sonriente - llegaste justo gordo, te estábamos necesitando
-          ¿Ah, sí? ¿En qué las ayudo?
-          Mira, queríamos salir un rato al sol pero como no podías traer a Vyoleth y  a la vez broncearnos, la dejamos dentro, ¿crees tú que puedas traerla?
-          No seas tonta Gaby - tomó una lata  y se la arrojó - Deja que se tome una a ver si pasa la resaca
-          No, no, está bien, puedo ir a traerla - se dirigió  a la casa tratando de destapar la cerveza, tomó a la cachorra que había estado durmiendo y volvió a la playa - listo chiquita, aquí estás - la depositó en la arena junto a Elizabeth -tu primera vez en la playa...
-          La tuya también Teb, recuérdalo -tomó la lata aún cerrada en las manos de él, la abrió y se la devolvió.
Vyoleth se movió un par de veces en círculos, se recostó junto al frío balde con hielos y se preparó a dormir como es típico en perritos de su edad.
-          Sácate la playera y únetenos, ella no despertará
-          ¿Cómo sabes?
-          Recuerda que tiene menos de tres meses tonto
-          Y ahí vas de nuevo
-          Sólo hazme caso
El chico se sentó junto a ellas, se sacó la camiseta y las sandalias y hundió los pies en la arena disfrutando aquella nueva y espectacular experiencia, no tardó mucho en recostarse y olvidar la razón de haber bajado.
-          Rayos(!)
-          ¿Qué pasó Doc.? – dijo Amelia seguida por un ataque de tos?
-          ¿Te atoraste vida?
-          No nena, creo que me enfermé – contestó aclarando su garganta
-          Ves(!) y  tú que creíste que iba a ser Gaby la que se enfermara. Yo no me equivoco.
-          Ajá … - murmuró  Gabriela resistiendo las ganas de burlarse – bueno, creo que Teb iba a decir algo, ¿cierto?
-          Sí, gracias
-          Sí… Es muy difícil ser el único hombre entre tantas mujeres,  por más que traten de decir algo durante horas no lo logran, bueno, al menos con las adultas, nunca escuchan, se la pasan habla y habla, cambiando de temas tan rápido… Cómo la tía Em cuando tu ñaño le quería decir algo, ¿recuerdas Beth? Pasaban como veinte minutos antes de que ella por fin le hiciera caso
-          Gaby – la interrumpió
-          Rolan solía molestarse mucho con ella
-          Gaby…
-          En especial cuando terminaba dándole alguna orden sin que él pudiera contarle lo que quería 
-          ¡Gabriela, cállate! – exigió Elizabeth
-          Lo siento Doc., dinos…
-          Miren, yo traje un cofre, era de mi madre y no salgo sin él así que bueno, el punto es que lo guardé en un cajón y no lo encuentro, o al menos creía que lo puse ahí…Pero no está ¿no lo tomó alguna de ustedes por error?
Amelia volteó molesta hacia Gabriela
-          Yo no fui, la verdad ni noté que la trajeras – contestó Elizabeth
-          ¿Y ustedes chicas?
Ambas se miraron dudosas mientras Amelia le dejaba en claro que era ella quien debía hablar
-          Mhm… Teb
-          ¿Tú la tomaste?
-          Mhm… No, no la tomé gordo, mira, anoche bebiste mucho, tú y Beth bebieron mucho, estaban muy felices y hablaban acerca de no tener responsabilidades o algo así, de repente saliste corriendo a la casa y volviste con ese cofre, dijiste: “Ya no quiero cargar más contigo papá” y lo arrojaste  hacia el mar, luego siguieron bailando muy animados y agarrados a sus botellas.
-          ¿En serio? – estaba asombrado por lo que Gabriela acababa de decirle
-          Sí, gordo, nosotras tratamos de detenerte pero te molestaste mucho… Tuvimos que dejarte
-          Ash… No puedo creer lo que hice… ¡Fue tan estúpido!
-          Elizabeth rió – no culpes al alcohol, sabes que en el fondo querías hacerlo
Esteban lo pensó por un  momento, tal vez ellas tenían razón y él la había arrojado, a fin de cuentas, más de una vez había deseado tomarlo todo lo de aquel loco proyecto y mandarlo en el primer camión de basura que pasar a frente a su casa. Tal vez sí lo había hecho…
Amelia codeó a Gabriela y le indicó que la siguiera.
-          ¿A dónde van? – preguntó Elizabeth al verlas levantarse
-          Por cervezas – contestó Amelia
-          Todavía hay… Sí pero Gaby quiere light, ¿cierto nena?
Gabriela asintió dudosa mientras era jalada hacia la casa
-          ¿Por qué lo hiciste(!) – reclamó arrinconándola a la pared cuando se encontraron fuera del rango de visión de los chicos
-          ¿Qué querías que hiciera? La rompimos, ¿no?
-          ¡Exacto! Eso es lo que debiste decir(!) Que la rompimos
-          Que la rompí, querrás decir, fue mí idea, tu incluso trataste de arreglarlo, la única fregada aquí sería yo, por eso quieres que lo diga…
-          ¡No seas absurda Gabriela, estuve ahí, ¿no? –Repitió fuertemente y un ataque de tos la invadió
-          Amor, ¿estás segura de estar bien?
-          Sí nena, ya te lo dije, es sólo tos… No te preocupes, el punto aquí es si entendiste…
-          Sí, lo entendí
-          Ya, entonces… ¿Se lo dirás? Yo afrontaré contigo las consecuencias…
-          Nop
-          ¡Gaby!
-          No, no quiero y punto.
-          Huh… Está bien…
-          Además, estoy muy ocupada como para meterme en problemas
-          ¿Ah, sí?
-         
-          Y… Claro, si no es mucho preguntar… A parte de comer, dormir, broncearte…
-          Estar contigo – la interrumpió
-          Estar conmigo y ver televisión… ¿Qué tienes que hacer?
-          Qué mala, yo hago mucho más que eso…
-          ¿Ah, sí? ¿Qué?
-          Yo… Yo… Yo hago muchas cosas más, además, yo me refería a Beth y Teb
-          No me digas que planeas unirlos… (?)
-          ¡Sí! – la miró mostrándole que eso era obvio desde el inicio
-          Gaby… Beth no lo soporta…
-          ¡Claro que sí! Si no lo soportara no le hubiera permitido venir
-          ¿Acaso no ves como lo trata?
-          Acarició su mejilla - ¿Acaso no has visto la frialdad con la que me trata a mí?
-          Si Beth quisiera estar con Esteban, pasara más tiempo con él, ¿no crees?
-          Nop, es Beth , tú no la conoces…
-          … Nada de lo que diga tendrá sentido, ¿cierto?
-          Nop
-          Eso no es justo, eres muy caprichosa….
-          Y aun así me quieres, e incluso me ayudarás si te lo pido
-          Eso no es cierto…
-          Se colgó de su cuello y besó su mejillas – sabes que sí – se volteó y volvió hacia  la playa
Amelia se sentó sobre la arena caliente mientras veía el activo océano que mecía los pequeños botes turísticos en el horizonte al vaivén de las olas y Gaby se sentó frente a ella dejándose caer en su cálido cuerpo que ya había comenzado a broncearse por la fuerza del sol.
-          ¿Y la cerveza?
-          No había…
-          Compré como diez six-pack (!)
-          Osea, sí nena, pero no había light… - se acomodó las gafas sobre el cabello y volteó hacia los chicos – Y… ¿Van a salir hoy?
-          ¿A dónde?
-          No lo sé… Ayer antes de todo el alboroto del alcohol y el incidente del cofre, lo invitaste a salir, ¿no recuerdas?
La chica y trató de hacer memoria mientras Amelia ocultaba  su risa en el cabello de Gaby que sonreía con mirada de niña pequeña al asombrado rostro de su prima, Elizabeth pensó que debió  haber estado muy ebria para hacerlo pero Gaby sabía que esa era la única manera en que una mentira la haría dudar.
-          ¿En serio? ¿Yo hice esa estupidez?
-          ¡Beth! No seas grosera con Esteban…
-          Mhm… Es sólo que no lo recuerdo, pero si lo hice… Bien, lo llevaré a conocer la ciudad
Elizabeth tomó las gafas que  había colgado en el balde, se las puso e hizo una seña dejando en claro que el tema terminaba allí mientras su prima sonriente se acomodaba en los brazos de Amelia

-          Estás ardiendo amor…
-          Es por que estábamos en la playa… - le di un ataque de tos que asustó un poco a Gaby
-          No, no, no es normal, estás demasiado caliente y esa  tos suena muy mal… Tienes que ver a un médico
-          No, ya te dije, estoy bien…
-          ¿Segura?
-          Sí, eso sólo el clima…
-          Está bien – se dirigió al baño y llenó la tina con agua fría – pero  al menos dúchate amor
-          Ya te dije que estoy bien, Gaby…
-          Uno no se ducha sólo cuando está enfermo, además, estamos en la playa, el calor, la arena, la sal, el sudor… Yo no quiero dormir contigo así.
-          Huh, está bien… - dijo sonriendo
-          Además, te ayudará a bajar la fiebre
Un ataque de tos la invadió en la bañera y ante los atónitos ojos de Gaby, Amelia escupió sangre
-          Tenemos que ir a ver un doctor – Gabriela  la tomó del brazo mientras le alcanzaba una toalla
-          Estoy bien, en serio nena
-          ¡Deja de decir eso, pudiste agarrar pulmonía o algo así! Tengo que llamar a un médico
-          Gaby, son las once de la noche, ¿qué doctor crees que va a venir a esta hora por una simple tos?
-          Cualquiera a quien le compre su tiempo
-          A quien Elizabeth le compre su tiempo…
-          Da igual, de todos modos vendrá
-          Sí, al triple de su precio normal, ¿realmente crees que a Beth le agrade la idea y todo por un capricho tuyo?
-          Escupiste sangre, te desmayaste hace un rato y estás completamente pálida (!)
-          Esperemos a que vuelvan, les preguntas si es necesario y según eso me levan, ¿sí?
Gaby bajó el teléfono celular que ya estaba marcando a su doctor de cabecera y se recostó  en la cama junto a Amelia que ya se hallaba vestida y bajo la suave sábana morada que contrastaba con el resto de la habitación.

-          Wow, la ciudad es hermosa…
-          Sí, lo es mientras no sea temporada alta, la mayor parte de las casa en la ciudad fueron compradas y destinadas para las vacaciones de verano, la verdad siempre creí que era por que es la única fecha en que padres e hijos coinciden pero no, me he dado cuenta que es por el frío, alguien les hizo creer que en invierno, aquí todo se congela, lo más seguro es que el encargado de la inmobiliaria, que por cierto es sólo uno en esta zona, les mencionó que aquí en invierno la temperatura es muy baja, lo que los ingenuos compradores no han tomado en cuenta es que lo que a  ellos les puede dar frío, a nosotros nos hace sudar…
-          Rió – Que cruel ¿ por qué los menosprecias de ese modo? Tal vez la única razón por la que no vienen es por que deben trabajar
-          Sí… Esa sería una buena teoría de no ser porque…
-          ¿Por qué…?
-          Todas las casas tienen un sistema de calefacción extremadamente costoso, de esos que la gente que viene por aquí en invierno no compraría jamás – sonrió.

-          Creo que en serio debo  llamar a un médico amor – dijo Gabriela sosteniendo el cabello de Amelia que yacía sin fuerzas sobre el retrete.
-          No… -Tomó aire para poder continuar – deber ser sólo un virus
-          Un virus no te hace vomitar sangre…
-          Lo más seguro es que haya tenido lastimada la garganta y la sangre no haya sido más que por la fuerza
Un ataque de tos la hizo escupir nuevamente sangre sobre la baldosa, hasta hace unos minutos blanca.
-          En serio tengo que llamar a un médico, estás en verdad mal…
-          No… Si lo haces no dejaré que me revise.
Amelia no era caprichosa pero cuando algo se le metía en la cabeza, no había poder humano que la hiciera cambiar de opinión y menos si de médicos se trataba.
Amelia se puso de pie y se dirigió al lavabo, enjuagó su rostro y apoyada en Gabriela que la seguía desde atrás, se acercó a la cama y se dejó caer inconsciente. Gabriela trató de despertarla, la movió suavemente de un lado a otro aumentando la velocidad paulatinamente, la sacudió de los hombros diciendo su nombre y finalmente la cacheteó pero ella no despertó.

-          Me encanta como luce el mar y más en la noche
-          Entonces te encantaría entrar
-          ¿Podemos?
-          ¿Ahora?
-          Si, ¿podemos?
-          El mar está muy fuerte… Lo más probable es que una ola te tumbe y no pueda ayudarte a levantar por que no te veré y te ahogarás. Mejor mañana ¿sí?
-          Uhm… - se veía decepcionado – Como tú digas… Tú eres la que sabe…
El rostro de Esteban se oscureció, estaba triste, en verdad quería entrar pero no dijo nada
-          Huh.. Está bien, entraremos, pero sólo por que traigo el terno de baño abajo, tu cara de perro no tiene nada que ver.
-          Esteban se alegró por la noticia pero al segundo su rostro decayó un poco - Elizabeth…
-          Dime Teb
-          Yo no tengo terno de baño...
-          Mhm… ¿Usas bóxer?
-          Sip
-          Listo, sácate el jean y la playera  y te metes en ropa interior, mañana ya te comparemos uno y unas bermudas también.
La chica se desvistió hasta quedar en terno de baño ante los curiosos ojos de Esteban que no dejaba de observarla atentamente.
-          Gabriela le arrojó la camiseta en el rostro - ¿Por qué me miras así? – dijo riendo - ¿Jamás habías visto  una chica en terno de baño?
-          No. Sí, lo he visto. Jamás he visto a una cambiarse.
La chica le sonrió sinceramente por primera vez y corrió hacia el mar haciéndole señas para que la siguiera.
Elizabeth se adelantó nadando, abriéndose paso entre las olas, esperaba escuchar el chapoteo que Esteban hiciera al tratar de alcanzarla pero ningún ruido a parte de las olas rompiendo en la orilla se dejó  oír.
-          Esteban(!) – Trató de encontrarlo con la mirada pero la noche estaba demasiado oscura, una nube se había fijado sobre la luna y no le permitía ver más allá de su nariz - ¿¡Esteban!? -  Se asustó al no verlo.
-          Estoy aquí – dijo tímidamente  desde la orilla
-          ¿Qué pasó?
-          Es sólo que… Huh… nada.
-          Vamos, dime
-          Es que… No sé nadar Elizabeth.
-          Rió – ¿Es sólo eso? … Ven – se acercó a él y la tomó de la mano – No te asustes ¿Sí? No dejaré que te ahogues…
-          ¿Estás segura?
-          Colocó las manos sobre sus hombros y continuó – Eres toda una nena Teb…
Colocó una mano en su espalda y presionando lo obligó a acostarse mientras ella lo ayudaba a flotar.
-          Abre los ojos cobarde – su voz era suave y tierna, no traía cargando ni la rudeza ni la agresividad con la que siempre lo trataba.
Esteban abrió los ojos y la miró allí parada junto a él como un ángel guardián, el agua fría bajo él no le representaba un problema, disfrutaba de la temperatura y la textura del agua, de lo que aquel momento significaba en él y el cambio que había causado en Elizabeth, una ola se dejó sentir bajo él y volvió a cerrar los ojos.
-          Teb… Abre los ojos, el cielo está hermoso y tú: gran cobarde, te lo estás perdiendo
El chico vaciló unos instantes y los abrió nuevamente pero ella no estaba
-          Elizabeth…
No hubo respuesta
-          Elizabeth (!)
-          ¿Sí? – su voz sonaba lejana
-          ¿Puedes venir? Por fa…
-          No
-          ¿Por qué?
-          Porque si quieres que te ayude tendrás que impulsarte hasta acá con los pies o los brazos
-          Me voy a hundir(!)
-          No, estás cerca
El chico se impulsó torpemente hacia ella durante varios segundos pero no llegaba.
-          ¡Elizabeth!
-          Sigue, dale, no estás muy lejos
Esteban continuó  todo el tiempo que la ansiedad se lo permitió
-          ¡Elizabeth! Por fa, ayúdame
-          No
Esteban no pudo más con ello y trató deponerse en pie, por un momento logró ver a Elizabeth en frente y sonrió por dos segundos antes de que frente a la mirada de la chica, se hunda.
-          ¿Esteban?
Él no contestó, la marea lo había alejado demasiado, ya no pisaba el suelo y por más esfuerzos que hacía seguía bajo el agua, no podía  continuar flotando ni un segundo más.
Elizabeth se sumergió tras él para ayudarlo, flotaba inmóvil casi en el fondo, ella lo tomó del brazo, regresó a  la superficie y nadando lo llevó hasta la playa
-          ¡Esteban! – colocó las manos sobre su pecho  y le practicó RCP durante unos segundos – Por fa Teb… Despierta
Un chorro de agua salió de la boca del chico al cuarto intento de Elizabeth
-          Oh, Dios, gracias, me tenías preocupada – traía los ojos llorosos
-          Dijiste que no dejarías que me ahogue
-          Lo sé, lo sé y no sabes cuanto lo lamento – una lágrima rodó por su mejilla
Esteban sonrió mientras secaba la gota que bajaba por su rostro
-          Además, si hubieras hecho lo que yo te dije, tú …!
Esteban la tomó del cuello y la acercó a él, cortando su oración en un beso.
-          ¿Qué te pasa idiota? – se puso en pie gritando mientras él se levantaba tras ella – ¿Qué te hizo creer que…  – Volteó y se dirigió a él nuevamente – que tú podías besarme (!)?  - se acercó a él más y más en cada palabra -  ¡El que me haya portado linda contigo durante un par de horas no significa nada, y menos que un don nadie como tú, un insignificante hombrecito …¡
La tomó a la fuerza de la cintura y la devolvió al suelo en un abrazo
-          “Y menos que un insignificante hombrecito” como yo, te esté robando el corazón ¿cierto?
-          Eso no… (!)
-          Eso es totalmente cierto y lo sabes, puede que yo no sepa mucho acerca del amor y de las relaciones, pero si de algo soy consciente es de que tú, tú sientes algo por mí, y si no, dime: ¿Por qué no te has levantado del suelo y me has obligado a retirarme?
Ella no contestó y se limitó a mirar directamente a esos ojos grises que le hacían competencia a la luna.
-          No necesitas contestar, sabes que lo que digo es cierto y sabes también que si no te has levantado de aquí, si has aceptado estar bajo mis brazos ante la creciente amenaza de mis labios, es porque no me equivoqué, tú me quieres.
Ella se limitó a guardar silencio hasta que él decidió que había dicho todo lo que tenía que decir, luego, lo besó mientras lo guiaba a conocer un mundo de emociones bajo su ropa que él jamás había experimentado, un mundo de sensaciones que compartiría con ella y sólo con ella a partir de hoy.

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