martes, 1 de mayo de 2012

Elizabeht 3ra Parte


3ra. Parte


Y sobre el pena regalada, la desesperación y la soledad.
Y sobre el frío de haber tenido y de repente perder, un alma se puede marchitar.
La mente herida no prospera si no que se estanca, la vida reclama y él busca su desquite en el dolor que puede causar.




Estaba sentado sobre un cómodo sofá de cuero pasando las hojas de una antigua agenda gris con apuntes a mano escrita
  •          ¿Estás seguro de lo que vas a hacer Carlos? - era una pregunta ya muy repetida desde hace meses y pese a la inmutabilidad de la respuesta seguía con la esperanza
  •           El hombre pasaba líquidos de una probeta a otra, miraba los cultivos y anotaba nuevas observaciones en hojas grapadas - Pásame la muestra 3 -B
  •           No.
  •           Tengo las manos ocupadas, si no fuera necesario no te lo pediría, además ¿qué haces aquí desertor?
  •           ¿Acaso no puedo extrañar a mi padre?
  •           No si te niegas a la ciencia
  •           No me niego a ella,  me niego a los proyectos genocidas que desarrolla un brillante científico cegado
  •           Ciencia es ciencia Esteban, uno debe vivirla, respirarla, sentirla y crecer en ella.
  •           Yo creo en ella padre pero ya no en tí, jamás me negué a nada, nunca salí más lejos de la tienda ni tuve amigos, no me enviaste a la escuela si no que me hiciste estudiar en casa para aprovechar el tiempo alternando entre la poca historia, geografía y literatura y los proyectos que desarrollábamos juntos.  Microbiólogo reconocido y con varios proyectos exitosos, no me quejo, con un régimen de estudios normal todavía estaría en la universidad, yo creo en la ciencia y en lo que has hecho por mí todos estos años pero tanta soledad, semanas y semanas enteras sólo con tu ausente compañía que se sentía únicamente para oírla dar alguna nueva observación y el abrazo de la esperanza que crecía en los cultivos bacteriales me dio una humanidad increíble, creo que me otorgó la que te quitó a tí, Carlos.
  •           No es genocidio, eres demasiado dramático
  •           Estás desarrollando virus de nuevas enfermedades (!)
  •           Pero también una vacuna
  •           Aún no la tienes ¿y si el virus escapa antes de conseguirla? ¿Si aquella cápsula de plasma donde la encerraste llega a fallar y logran salir?
  •           Eso no va a pasar
  •           Carlos, tú sabes que es una posibilidad
      El chico caminaba por todo el laboratorio moviendo las agenda y leyendo los por menores del proyecto de su padre, conocía cada detalle, no lo apoyaba en lo más mínimo pero quería estar al tanto en caso de que ocurra algún imprevisto y tampoco lo iba a denunciar, era su padre, sólo se ocuparía de que no lastimara a nadie.
  •           La cápsula en mi casa es el mejor ejemplo, el plasma del que está hecho es inestable, crece desde el interior y amenaza con estallar y dejar escapar un virus que todavía no puedes controlar, que ni siquiera conoces y lo sabes, por eso la encerraste en aquel cofre de plata, era eso o dedicar el resto de tu vida a darle vueltas en círculos en tus manos.
  •           Sí, yo sé, fallé la primera vez pero ya lo tengo controlado, logré estabilizar el plasma y ya no hay riesgos.
  •           Lo mismo pensamos la primera vez y nos equivocamos, convertiste el cofre de joyas de mamá en la caja de Pandora
  •           Ya lo probé, introduje varias bacterias en él y no se expandió
  •           Igual que en el anterior, tú no sabes cómo reaccionará cuando tenga los virus dentro, ¿Qué planeas? ¿Llenar mi apartamento de cajas de plata con enfermedades dentro?
  •           Esteban...
  •           Esteban nada papá - lo interrumpió - abandona el proyecto... ¿Cuál es el sentido de que los crees? Liberarlos y luego vender las patentes de las vacunas (?) ¿Acaso crees que el dinero justificará tantas muertes? No todos estarán en la capacidad de adquirirla, los matarás. Y todo por dinero... ¿Realmente lo vale?
      Se dirigió a la pálida esquina de paredes azules donde una vez había estado su escritorio,  al irse se había llevado todo, su colchón, su mesa, su computadora y sus investigaciones, en esa casa no quedaba de él más que los recuerdos y premios de antiguos proyectos que estaba empacando para llevarse.
  •           Al parecer es definitivo... -Seguía con la mirada fija en los cultivos
  •           Sabes que a menos que te detengas será así, no planeo abandonarte pero tampoco quiero ser parte de una conspiración contra la humanidad. Podemos hacer muchas cosas tú y yo... Juntos, si terminas con esto, si lo olvidas, yo regresaré, antes no.
  •           Tú regresaras por tu propia cuenta al ver el error que cometes
  •           No papá, yo no volveré... Y esperemos que cuando tú me quieras de vuelta, no sea muy tarde ya.
      Tomó  la caja en la que había guardado sus reconocimientos, se alejó de él y antes de cruzar la gran puerta de plata que separaba a aquel laboratorio del resto de la casa recordó cómo era su vida unos años atrás, él y su padre en aquel sitio, a veces días enteros sin salir ni a la cocina, tenían una empleada, Sonia, era una mujer de edad muy avanzada, de ojos cansados y la espalda ya encorvada, la había contratado tiempo después de morir su madre, según lo que él siempre entendió, aquella mujer había sido la nana de su padre y la tomó de vuelta con gran rapidez, él no sabía nada de cuidar un hogar ni mucho menos de un bebé, lo suyo era la ciencia y nada más. Ella lo ayudó mucho, no podría decir que fue como su madre, tal vez como una abuela, de aquellas de épocas pasadas que usaban un gran delantal siempre a la espera de algún pedido de postre de su nieto, una mujer muy agradable excluyendo un leve olor a guardado típico en su ropa, pero cuando estaba horneando, no existía olor que no fuera delicioso, murió cuando él tenía doce, se pensaría que iba a extrañarla pero no es así, era una anciana muy cariñosa y dedicada pero su padre jamás le daba tiempo para que estuviera con ella, desde donde Carlos lo veía, su lugar era junto a él, en el laboratorio; Pero sus pasteles... Eso era algo que en verdad añoraba.
Cerró la puerta y se marchó sabiendo que pese a que no debía, volvería pronto.

      Se tendió en la cama con ganas de llamar a Elizabeth, jamás había tenido nada de lo cual preocuparse pero por alguna razón mientras más pensaba en el absurdo experimento de su padre, más la recordaba.
Dio un salto y se puso de pie, Gaby había tomado la esfera, ¿Y si el virus las infectó? Debía llamarla, tomó el teléfono y marcó el número hasta la mitad antes de detenerse a pensar; Él había conseguido reducir aquella esfera al tamaño de una uva, de estar rota jamás lo habría logrado, era obvio que no se había perforado pero aun así necesitaba llamar, pero... ¿Qué diría?
  •           Hola Elizabeth, por pura curiosidad, ¿no tienes fiebre ni vómito? ¿o a lo mejor mareos o irritación? ¿tal vez ronchas en la piel o dolores de cabeza? - pensó.
      Si la llamaba en aquel plan lo más probable es que ello lo catalogara de loco y le colgara el teléfono o que Gabriela le comentara acerca del extraño suceso en su departamento, ambas vinieran a preguntar, el tratara de explicárselos y algo saliera muy mal...

      Esperaría hasta la mañana, sí, sería lo mejor, se dijo recostándose nuevamente sobre las sábanas rojas que cubrían su colchón.
Miró a las estrellas que se extendían innumerables en el cielo a través de su ventana pero para variar las cosas, las inoportunas luces de los autos aparecieron otra vez.




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