
Tomé café junto a tus inesperados deseos cautivos en tu mente, lo tomé dentro de tus ojos sobre una suave nuebe de majestuosas lágrimas, toqué tu rostro y acaricié tu cabello, mi palma viajó junto a la tuya y tu corazón se desnudó frente a mí, tan ligero como un ave de enero sobre mi ventana, tan misterioso como el cuervo sobre el dintel de poe, cerré los ojos y conocí tus labios nuevamente, esos labios que caprichosos juegan con la cordura de mi ser, ¿pero quién necesita cordura si te tiene a tí? Una amalgama de pasión, de sueños, de calor, de amor... De ferviente intimidad.
Y conocí el sabor de tus lágrimas un día de diciembre como hoy, bajo el naciente sol de nuestra vidas sobre nuestra cama, lo conocí cuando tu amor se abrió paso atravez del dolor, lo conocí besando tu boca, tu cuello, tus ojos, lo conocí cuando tus párpados se cerraron por un roce de mi piel a tu interior.
Y me recosté junto a tu cálido cuerpo, abracé tu miedo y ahogé mi temor, respiré al compás de un baile de sentimientos, y en medio de toda la confución la oscura insencibilidad se perdió entre lo físico de la intangibilidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario