Si alguna vez te digo que no te amo, por favor, no escuches,
o mejor aún, escucha, y escucha con atención, recuerda quien fui antes de ti,
mira quien soy desde que llegaste a mí y, aunque sea por compasión, quédate a
mi lado…

Si alguna vez, la desesperación de un alma atrapada entre
fuego y penumbra, encadenada por confusión y lascivia, llega a ganar frente a
la conciencia de este amor, escucha con atención, pon oído a cada palabra que
de esta boca herida salga, revisa cada rincón de la lengua rebelada a la razón,
de aquella voz que solo busca la furia, de aquel corazón cegado por la inmensa
oscuridad y júrate y vuélvete a jurar, que no me dejarás, que no permitirás que
este momento de incomparable ofuscación ahogue a la ilusión, júrate nuevamente,
y vuélvete a jurar, convéncete una y mil veces de que este amor no tiene final,
y, cuando el sentimiento de soledad llegue a topar tu cielo, ha hacer tu sol
desaparecer, convéncete y vuélvete a convencer, engaña a la muerte que quiere
llevarse a este sentimiento en un ataúd de terciopelo, adornado con los
recuerdos, usando de mortajas nuestros sueños, abraza mi alma, y finalmente,
jura una última vez, convénceme y engaña a mi insensatez, a fuerza de besos y
caricias, hazme volver.
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