sábado, 17 de noviembre de 2012

En mi ventana


¿Qué será de las oscuras golondrinas que golpean cada mañana mi ventana en busca de una imagen que ya no aparecerá?
¿qué será de esa hermosa luna que misteriosa me observa desde la distancia esperando el momento en que una lágrima recorra mi rostro,
en que un suspiro se deje escapar entre mis labios...
y mi corazón grite por fin tu nombre.

¿Qué será del suave incienso que invoca tu presencia?
¿qué será de ese olor tan magnífico y omnipresente que logra hacer que mi mente evoque momentos impensables,
sonrisas tuyas que desaparecen en el tiempo pero aún así marcarán mi alma?
¿qué será de mi cuando me dé cuenta que no sé vivir sin tí pero que tampoco podría vivir sin la oscura sensación de todas aquellas cosas que te traen a mi mente,
que evitan que escapes,
que evitan que mi alma consiga olvidarte?.

Podría hablar de tus ojos en la mañana,
de tus manos en la madrugada,
podría hablar de esa caricia que nació en mi vientre y terminó en mis labios,
podría hablar de tantas cosas que hoy no me resultan siquiera pensables,
podría habar de tí,
podría hablar de mí,
podría hablar de nosotros y aún así nada de eso te traería devuelta aquí.

Me preguntaré una última vez:
¿qué será del sol cuando se dé cuenta de que ya no tiene motivo por el cual venir?
me preguntaré: ¿qué será de las estrellas cuando noten que su inspiración se marchó de mi cama,
cuando vean que aquellos ojos cafés,
aquella alma transparente,
aquellas manos de plumón,
finalmente se alejaron?
me pregunto: ¿qué pensarán?
me pregunto: ¿qué se dirán entre ellas?
Tal vez juzguen a esta joven que no supo mantener un amor a salvo,
Tal vez me juzguen porque yo no supe entenderte, tampoco supe entenderme.
Tal simplemente un día se desvanezcan y no vuelvan a aparecer en mi ventana,
tal vez un día se marchen para no volver jamás
para dejarme aquí:
tendida en este lecho que un día compartimos,
recostada sobre almohadas que no me pertenecen,
entre un olor que no es el mío, que tampoco es el tuyo
un olor que me significa soledad, que me significa recuerdos,
un  olor que ya no significa nada y aún así me provoca dolor
simple y sencillamente no volverás,
te esperaré, lloraré, sufriré...
Tal vez ni siquiera voltees tu mirada hacia mí ni vuelvas a preguntar por mi existencia,
quizás el momento en que saliste por aquella puerta olvidaste que un día tuviste a alguien que te amó,
que un día amaste a un cuerpo que ya no es más que huesos, que ya no es más que piel,
tal vez te duela la conciencia, tal vez no
tal vez soy únicamente yo luchando con mis demonios internos,
peleando con aquellos fantasmas que recorren mi alma,
con aquellos que me gritan que soy la culpable de haberte dejado
que soy la culpable de que un día te hayas desviado
tal vez fue así  o tal vez no
tal vez fuiste tú, tal vez fui yo
pero realmente eso ya no importa porque sé que nada de lo que diga ni ninguna de las conclusiones a las que llegue te van a traer aquí,
ya nunca más vas a estar junto a mí,
no compartirás abrazos ni compartirás besos,
no compartirás sueños ni compartirás pesadillas de media noche,
ya no serás quién esté aquí para luchar con los malos o la bruja del armario,
ya no serás quien esté aquí para defenderme de las lenguas ignominiosas ni de las manos agresivas que se levantan  en mi contra,
ya no estaré allí para tí,
ya no seré más que un pequeño sueño que pasa en momentos inesperados, durando segundos, durando milenios,
tal vez ni siquiera me recuerdes dentro de un par de días
o tal vez la presión sea tanta que tengas que regresar a mí,
a fin de cuentas estaré aquí:
llorando en una esquina o cocinando desolada en el lugar que un día compartimos,
realmente espero que vuelvas,
tal vez dolor, tal vez no,
tal vez tristeza, tal vez desolación,
tal vez sea amor o solo soledad lo que te traiga de nuevo a mi hogar, a nuestro hogar
pero aún así lo único que puedo decir es que te voy a esperar,
te esperaré mientras las estrellas vuelvan a mi ventana cada noche,
mientras las golondrinas golpeen buscando tu rostro
y el sol siga iluminando mi costado para que un día regrese la mirada y te vea allí.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Sin salida


La puerta se cerró de espaldas a esa niña que corría en un intento absurdo por alejarse de su tormento.
Vio hacia ambos lados y luego lanzó su vista con total furtividad hacia el frente del camino, no había nada más que las frías paredes que se alzaban a su alrededor con la única intención de no dejarla escapar, esos muros de piedra gélida y negra que se asemejaban tanto a su vida en la mayoría de los aspectos, nada de eso le había incomodado jamás pero ahora era distinto, daría todo por alejarse de la lobreguez que las enredaderas creciendo sobre las piedras le brindaban.
Su respiración se hacía cada minuto más y más fuerte conforme los pasos que se acercaban tomaban un mayor tono en sus oídos, el sudor le recorría por la frente y le bajaba por los costados del rostro mientras el maquillaje comenzaba a desvanecerse y el delineador líquido había empezado a dibujar pequeñas lágrimas secas sobre sus mejillas conforme estas estallaban en sus ojos de modo lento y pausado, casi rítmico al bailar con el boom de su agitado corazón.
Giró un par de minutos mientras un gran cuervo volaba en círculos sobre su cabeza, sus graznidos eran estrepitosos y se estrellaban con odio contra la cien de la joven, una y otra vez su oscura voz se repitió inaguantable entre los largos corredores de aquel dédalo en el que había sido encerrada. O tal vez había sido ella la que ingresó allí y quedó atrapada, de todos modos, eso ya no importaba, debía salir, lo sabía. Retomó su desesperada huida con todas las fuerzas que sus piernas se lo permitieron mientras en el cielo el sol se ocultaba cada vez más deprisa, pronto la bruma que venía siguiéndola la alcanzaría y no habría nada que pudiera hacer, no habría ni un haz de luz que la protegiera, no habría ni siquiera el consuelo del calor del cielo de media tarde, ya no habría nada.
Sintió un sombrío respirar alzarse a sus espaldas, estaba cerca, él, ella, eso, lo que fuera que fuese que la siguiera con tan nimio apuro, estaba cerca, volteó una y otra vez, lo más rápido que le fue humanamente posible mientras golpeaba contra las paredes por causa de su paso torpe, de su desesperación al andar, su piel se encontraba magullada y ciertas partes de su cuerpo ya emanaban sangre, sus manos, sus brazos, sus piernas bajo la pequeña minifalda que había escogido esa mañana sin saber que terminaría justo allí, en un oscuro laberinto que sea por donde fuese que siguiera la dirigía sin ningún tipo de piedad al final. A su final.
Volteó la cabeza deseando no observar a aquel ser que la seguía desde hace ya un buen tiempo, no había ningún lugar en aquel sitio donde esconderse, ni una cueva, ni una esquina cubierta por las densas enredaderas, nada. Alcanzó a observar unas horrorosas garras que curvaban agarradas a la pared, tendrían al menos quince centímetros y lucían más tenebrosas que las  de aquel payaso al cual había temido toda su infancia, el riesgo de toparse con él mientras la espiaba bajo alguna alcantarilla ahora había quedado como una araña en la pared con relación a esto, aquel laberinto maldito curvaba hacia la izquierda y parecía ir de largo, justo lo que necesitaba, una recta en aquella maraña de muros, si seguía por allí, de seguro sería atrapada, se agarró de las enredaderas al tiempo que soltaba un grito y oía a la criatura rugir desde la parte posterior del dédalo, si hasta entonces no había sabido que estaba allí, pues bien, ahora sí. Se sujetó lo más fuerte que le fue posible a aquellos tallos llenos de grandes y afilados espinos, mucho más peligrosos que los normales y de un tamaño mucho mayor, como si alguien hubiese afilado madera y se hubiera dado el trabajo de colocarla allí. Trepó lo más rápido que le fue posible con los pies descalzos, no pudo haber cometido una mayor estupidez que sacarse los tenis en aquel claro, pero bien, entonces no parecía un sitio que pudiera representar ningún riesgo, el gran bosque y la laguna azul, la pileta que había sido tallada con la figura de una ninfa y los hermosos árboles de flores lilas, nadie hubiera podido percibir el peligro; llegó hasta la parte superior del muro pero antes de que pudiera saltar hacia la seguridad de algún pequeño corredor del que no sabía nada que no fuera su oscuridad, la gran garra la atrapó y la jaló hacia abajo pero su ropa, y parte de su piel, continuaba colgada de los grandes espinos, por un momento consiguió observar su mirada iluminada tenuemente con la luz del sol que se escondía dándole a su rostro pequeños resplandores violáceos, rojizos y rosas, era tan bella como jamás había visto a una chica, gigantescos ojos azules del tono del océano dibujados con perfiles de oro, cabello rubio hasta la cintura, labios perfectamente dibujados de color carmín diseñados precisamente para su rostro, para ninguno más, una piel tersa y blanca como la de los hermosos dioses griegos y prácticamente desnuda a excepción de una corta túnica blanca que le caía por el pecho y  apenas tapaba su pubis, la misma ninfa que observó en el lago, sólo que esta, esta era de carne y hueso… Además de garras; la imagen de aquella estatua se cruzó por su mente, no tenía brazos, ahora estaba claro por qué, la joven que la mantenía sujeta del tobillo tenía en su suave rostro la mueca más grotesca que una persona pueda imaginar pero aún así lucía dulce como el de una niña,  ¿Cómo es que alguien así puede ser dañina? Vaciló un momento entre quedarse prendada de sus ojos o saltar y perderse la majestuosidad de esa mujer,  finalmente le propinó una patada en la cabeza y se dejó caer de espaldas sobre el suelo del lado contrario, estaba a salvo.
Sus manos sangraban, sus piernas estaban destrozadas y en su pantorrilla llevaba la marca de unos dedos que parecía que hubiesen estado en llamas, tenía la piel roja y seriamente lastimada, trató de levantarse pero el dolor la hizo volver al suelo con gran violencia, escuchaba los pasos cerca de ella nuevamente, era obvio que la atraparían, esa mujer debía conocer el dédalo como la palma de su mano, si se quedaba allí, moriría. Se puso en pie tratando de ignorar el dolor mientras los ruidos se aproximaban cada segundo más, su cabeza latía, sentía que los tímpanos le explotarían y que su garganta expulsaría chorros de sangre en cuestión de segundos pero aún así no podía detenerse.
Las garras volvieron a aparecer pero esta vez no pegadas a una esquina sino justo frente a ella, sin darse cuenta había acabado en lo que ella quería evitar, una recta devastadora, era obvio que correr sería insuficiente, incluso absurdo considerando el modo en aquellos pies inhumanos prácticamente flotaban sobre el musgo que crecía en el suelo, se sentía casi refrescante bajo sus plantas pero aún así el tener que correr le resultaba aún imposible. La mujer se acercó a ella con total tranquilidad, a paso lento y suave, no planeaba correr, tenía todo el tiempo del mundo para atraparla, para jugar con su cuerpo, para destrozarla milímetro a milímetro. La joven volteó y emprendió una carrera en sentido contrario lo más rápido que le fue posible pero la respiración de la criatura, las garras de aquella ninfa maldita sonaban entre y contra las grandes paredes de roca indicando que pronto, no importaría a donde corriera, la alcanzaría.
La joven regresó la mirada y alcanzó a vislumbrar en el rostro de aquella mujer una sádica media sonrisa, unos ojos tiernos y devastadores y aquellas garras de marfil que amenazaban con acabarla, corrió a la mayor velocidad que pudo sin dejar de mirar aquellas pupilas llenas de océano y sangre que la observaban con hambre, con lascividad, tal vez, pero sobre todo, odio; Su pie golpeó contra una roca en el camino y cayó de frente al suelo, su cabeza rebotó contra las enredaderas que la rodeaban y su tersa mejilla se magulló de un modo tan trágico que sintió que la piel se había quedado pegada a las rocas y su hueso ahora estaría al aire.
La mujer rozó sus garras entre ellas y luego contra los muros del laberinto haciéndolas chirriar y soltar un par de chispas mientras sonriente le declaraba su final.
La joven se arrastró de espaldas sin poder levantarse del suelo hasta llegar al tope del camino, no había salida y gracias a sus nuevas heridas, las enredas tampoco representaban una ayuda, se apegó al muro hasta quedar completamente contra a él, su piel desnuda al contacto de los espinos le resultaba una agonía total pero no podía evitar que cada latido la obligara a acercarse al punto de confundirse entre ellos, pero no era suficiente, esta vez, no podría escapar.
La mujer se acercó con total misterio y sugestividad a ella, la miraba directamente a los ojos, la deseaba, deseaba su alma, deseaba su cuerpo, deseaba su sangre; llegó a su lado y la joven casi podía percibir el olor a soledad que emanaba, un hedor tan fuerte que un tumulto entero se sentiría desolado de sentirlo, se arrodilló junto a ella y los espinos dibujaron perfectas gotas de sangre sobre sus rodillas pero parecía no importarle, tal vez no lo sentía o sólo no le interesaba, colocó su  cabeza frente a la suya y la miró con gran concentración y sin borrar el perfecto rictus curvo que tenía su boca, presionó su alba garra contra su cien y la bajó causando un corte de al menos siete centímetros, doloroso pero no lo suficientemente profundo como para representar un peligro, luego se la pasó por los labios sin ocasionar ningún daño y lamió la gota de sangre que había quedado dibujada en su mentón, después, la presionó contra su hombro derecho y la hizo gritar, la garra había atravesado su cuerpo y ahora se dejaba oír contra las piedras en las que ella se había arrimado.
Sacó la zarpa de su cuerpo y una vez más mientras cortaba el borde de su blusa conforme arrastraba sus peligrosas manos lejos de la chica, finalmente la rozó contra el mentón de la joven y se puso en pié retirándose del el laberinto mientras le decía con una voz gutural: Sufrirás en mis manos hasta el día en que mi piadosa alma te conceda la muerte, hasta entonces disfrutaré de tu compañía. Al llegar al final de la recta, antes de desaparecer de la vista de la muchacha añadió: Porque aquí, no hay salida.