martes, 23 de octubre de 2012

¿Cuándo será el día?


¿Y cuándo será el día en que tus dulces labios se dejen abrir por el manantial de los míos,
se permitan perderse en un abismo de amor y confusión,
conciban la idea de dejarme trascender de este mundo mortal y penetrar en tu alma,
mostrarles el universo que esconde mi corazón?
ese mismo universo que tu propia razón no se puede explicar,
aquel que no necesita del más mínimo atisbo de conciencia para entender, para crear, para saber,
aquel que a fuerza de un pasado turbulento a aprendido amar sin temer y a entregar sin esperar,
ese mismo universo al que ya no puedo llamar así,
su nombre perdió significado,
sus letras no son más que vanas señales de que un día existió algo tan pequeño, tan burdo...
Pues esto de lo que hablo ya ni siquiera resiste dentro de mi pecho,
no respira si no es tu mirada la que lo inspira a hacerlo,
vive únicamente porque es consciente de que lo hace por tí
y sueña sólo porque allí puede poseerte.

Espera  este espacio inconcebible e innombrable, gracias a tí, por el momento en que tu mirada se pose, aún cuando lo haga indecisa, sobre él,
Porque es entre versos el único lugar en que todavía te encuentro.
aguanta pacientemente entre nubes de color carmesí y un sol violáceo,
mitiga su angustia y su desesperación entre los versos de esta joven poetiza  que no puede permitirse el verlo sufrir,
una escritora con sueños de amor,
una pobre niña que no puede resistir la pasión de esos labios que no la ven,
que no puede imaginar un mundo lejos de aquellos pequeños suspiros que sabe que de tu boca podría arrancar.

Este espacio que es tan grande que sólo puede resultar insoportable,
un espacio que rebosa de habitantes pero que es deficiente en todo lo que se refiere a tí,
habitantes inescrupulosos que llevan en sus caras tu rostro,
habitantes inentendibles cuyo único anhelo es mantener tu recuerdo en mi mente cada día de la semana, cada hora de cada mañana, cada segundo durante mis noches desveladas.

Es el olor a amanecer,
es la sensación de que la hora se acerca,
son tus encantadoras pupilas las que me despiertan,
las que me quitan el sueño aún antes de que sea hora de que me levante,
son esas hermosas manos,
son esos hermosos labios...
Tal vez se trate de todo tu ser confabulando para quitarme las pocas horas que puedo tenerte entre dulces fantasías de amor sobre la luna, de pasión encajados en la arena.

Y finalmente,
es mi soberbia mente,
mi caprichosa boca,
es mi incorregible mirada,
es tan sólo mi testarudo corazón el que a riesgo de perderlo todo: su identidad, su forma, su color, se ha arrojado a una utopía que considera alcanzable por sus naturaleza ingenua, la misma que la consciencia tacha de impensable por el simple hecho de ser tú,
de que es tu mente más orgullosa que la mía,
que es tu boca aún más mimada que la que se encuentra en mi rostro,
que es tu mirada la que observa de reojo, jamás de frente, jamás sincera, únicamente hechizada al igual que la mía solo que la tuya se esconde entre muecas de amor que siempre disimulas, entre sonrisas que jamás me dedicas.



lunes, 1 de octubre de 2012

El Mago



Con un sombrero y una varita.
Se abrió una pequeña caja y salió un ratón, un conejo y un gato.

El mago cerró, tomó su varita y la hizo bailar sobre la tapa otra vez.

Se abrió la pequeña caja y salió un perro, un zorro y un lobo.

El mago la cerró, tomó su varita y la hizo bailar por tercera ocasión.

Se abrió la pequeña caja y salió un tigre, un león y un elefante.

El zorro se comió al conejo, el perro se enamoró del lobo, el león adoptó al gato, el ratón volvió loco al elefante y a la pobre asistente el tigre la hizo correr.

El mago volvió la vista a la caja y la guardó bajo la mesa, escogió a una chica de entre los espectadores, la llevó al centro del escenario y la metió en una especie de cuarto móvil de dos por dos, todos estaban atentos a los pequeños pies  que después de que el mago se les puso al frente desaparecieron.

La asistente seguía colgada sobre unas cajas al fondo así que al mago no le quedó otra que hacer todo el trabajo a él, caminó casi rodeando a la chica cuyos zapatos no se veían más, alzó los brazos, repitió un par de palabras y finalmente dejó de ver su interior: nada.

Los asistentes aplaudieron, otros tantos silbaron.

El mago levantó las manos ante todos pidiendo silencio y el público poco a poco calló, desarmó el pequeño cuarto y lo arrimó a una esquina, el novio se frotaba las manos deseando tener de vuelta a su chica.
El mago se sacó el alto sombrero de copa, lo colocó en la mesa, tomó su varita y dijo unas cuantas palabras, luego lo levantó haciendo aparecer a la muchacha, todos aplaudieron y ella sonrió.

El mago tomó la mano de la joven y la puso en alto, estiró su brazo mostrando su sombrero baja las alas del cual desapareció, besando a la chica y sonriendo a los espectadores.
Y en el escenario quedó todo lleno de enajenación: el zorro comiéndose al conejo, el perro enamorado del lobo, el león adoptando al gato, el ratón volviendo loco al elefante, el tigre haciendo correr a la asistente y el chico desesperado buscando a la novia felizmente fugitiva.

Y desapareció lo que quedaba de los animales: el ratón, el conejo y el gato, el perro, el zorro y el lobo, el tigre, el león y el elefante.

Y uno por uno desapareció cada integrante de la audiencia.

Y se marcharon  mano con mano los dos amantes ahora abandonados.