Hola chicos, esta es una historia que escribí-estoy escribiendo para alguien muy importante para mí, así que espero que en verdad les guste, y de ser así, me encantaría saberlo, si logro captar su atención lo suficiente para que terminen de leer este primer capítulo y comenten, sabré que lo estoy haciendo bien. Se aceptan sugerencias. Gracias
1ra. Parte
Su vida es un abismo de
tristeza.
Ya no quiere caminar.
Su alma pena en todo momento, su espíritu la quiere abandonar.
Pero antes de dar el salto al olvido escucha a alguien tras de sí hablar.
Colocó el arma en su cabeza y cerró los ojos para recordar
por última vez a su madre aquella tarde, a su padre y a su hermano... Sino
hubiera perdido la compostura, si se hubiera mantenido en silencio en lugar de
gritarlos frenéticamente él jamás habría volteado y hubiera visto a aquella
anciana cruzar la calle, hubiera frenado en lugar de cambiar de dirección tan
bruscamente y chocar contra el auto que venía hacia él...
Todo había sido su culpa.
Respiró por última vez antes de dar el paso hacia el fin, una
lágrima rodó por su mejilla, logró ver su imagen en el fondo del río, una chica
de veinte y dos años, cabello negro y suelto, ojos avellana y piel blanca, medía
casi uno setenta pero en aquella borrosa imagen lucía tan pequeña...
- ¡Detente!... No lo hagas, por favor.
- Vete de aquí, este no es tu asunto.
- Te equivocas, hasta hace ocho segundos no lo era, hasta hace ocho segundos que caminaba por la esquina de al frente, que no te había visto, que no sabía lo que harías... Hasta hace ocho segundos no lo era. Ahora sí.
- Tú no entiendes, apártate de mí. Si quieres ayudar en algo, vete, sí (?)
- Lo siento pero no puedo - se acercó a ella - no puedo marcharme y fingir que no vi a una niña sobre le borde de un puente, que no vi una lágrima rodar por el rostro de una pequeña sola y confundida. Simplemente no podría vivir con ello.
- Tengo dos balas, no necesito más que una, la otra te la puedo regalar, así no tendrás que "vivir con ello".
El chico miró aquel puente que apenas se mantenía en pie; Un
buen lugar para morir, el sol de media tarde que caía sobre el río, una altura
suficiente para lograr que su cuerpo se mantenga total en su interior y tan
clara que se la podría ver flotando junto a los peces y sobre las blancas rocas
en la arena. No escogió aquel sitio por la lejanía de la ciudad ni las pocas
posibilidades de que alguien la detuviera, lo había hecho por la estética. La
belleza de la estética. Caer de espaldas al agua hasta que su piel se hiciera
tan blanca como el hielo. La belleza del césped rodeándola, el dulce cantar de
las aves desde lo alto de los árboles y las coloridas orquídeas que crecían en
los claros, aun cuando su cuerpo se moviera inerte a la deriva y terminara a la
orilla de aquel río, luciría hermoso, blanco como ninguno, ya sin sangre pero
hermoso.
- Las aceptaría pero todavía tengo muchas cosas que hacer aquí, muchos sitios que visitar y experiencias que vivir, gente por conocer y personas por ayudar.
- Entonces déjame felicitarte, porque yo no tengo nada por qué vivir.
- Entonces hazlo por mí.
- ¿Estás demente?
La mirada de la chica se dirigió hacia él por primera vez,
él sonrió al notar que había logrado que su mente pensara en algo más que aquel
abismo bajos sí.
- Jamás he ido al cine ni a los bolos, nunca he estado en un parque de diversiones ni he visto el mar, jamás he estado en un baile ni he ido a una obra de teatro, jamás he jugado fútbol ni me he enamorado... Tengo muchas cosas por las cuales vivir y tú ni siquiera sabes si podrías hacerlo, vive por mí, vive conmigo, al menos un tiempo - extendió su mano hacia ella suplicante.
- Elizabeth miró lo que tenía bajo sus pies y luego el rostro del chico sin decir una sola palabra, había llegado convencida de lo que haría pero ahora no estaba segura, tenía una casa, un auto, muchos amigos y toda la universidad pagada para la carrera que creía era sus sueños pero no tenía por qué vivir, ni siquiera un perro... Y ahora tenía una proposición.
- ¿Cuál es tu nombre?
- Elizabeth ¿Por qué te quedaste?
- Porque vi una niña que lloraba por no encontrar nada que hacer de su vida y me vi a mí necesitando a alguien que me ayude a hacer algo de la mía. Los dos ganamos - Sonrió.
- ¿Cómo te llamas?
Miró su rostro tratando de adivinar su nombre, era un chico
de cabello negro, ojos grises, piel blanca y un metro setenta y siete de alto,
debía ser un nombre italiano como Alessandro o tal vez Lukas, sí, tenía cara de
Lukas, bondad en sus ojos e ingenuidad desbordante, no parecía tonto, de hecho
lucía muy inteligente pero era ingenuo, se notaba, o tal vez eso quiso creer
para darle sentido a lo que él estaba haciendo.
- ¿Por qué quisiste dispararte?
- Porque no tenía un perro.
- Yo no me llamo, eso sería algo un poco absurdo, sé dónde estoy, no me he perdido.
No se conformó con la respuesta pero tampoco podía
protestar, ella también había huido a la pregunta. Caminó hacia su automóvil y
quitó el seguro con un botón de alarma. Entró. Prendió el auto. Esperó. Salió.
- ¿No te vas a subir?
- ¿En eso?
- "Eso" se llama auto.
- Bajó la mirada - ¿Estás molesta? ¿Dije algo malo?
- Al parecer eres muy nuevo en esto de la vida e interacción interpersonal... Mira, estoy agradecida, en serio - se esforzó por sonreír - pero yo soy así, ése es mi carácter y por interesante que haya sido tu propuesta no voy a cambiar. Entra, ¿sí?
El joven abrió la puerta, se sentó y la cerró.
- No quiero una multa.
- ¿Qué?
- El cinturón
- ¿Qué cinturón?
- Ash... - Se estiró y lo colocó en su sitio - jamás has viajado en auto, ¿no?
-
Negó con la cabeza.
- Bueno, te tomaste la molestia de acercarte y convencerme, así que...
- Yo no hice nada más que una propuesta.
- No importa, el punto es que te llevaré a tu casa. ¿Dónde vives?
El chico dio una dirección que había aprendido de memoria y
se limitó a sentir el calor del coche y escuchar la voz de la chica alzarse
sobre el sonido del radio encendido al cantar.
Vivía en el centro de la cuidad, un edificio bien ubicado,
estaba en la esquina de una de las avenidas más transitadas, a cualquier otro
le encantaría adquirir un departamento allí pero a él no, el ruido comenzaba
desde muy temprano, por no decir que jamás se detenía y pese a tener una vista
excelente que daba directo a los parques y plazas más bellos de la capital, no
conseguía fijarse en nada más que los autos
que pasaban por la calle en la noche, las luces lo enfurecían, no había
mejor lugar para observar las estrellas que su departamento en el octavo piso
pero las luces de los autos lo arruinaban por completo.
- Llegamos...
- En verdad te lo agradezco, para ser sincero no hubiera dado caminando...
La chica asintió mientras él continuaba agradeciendo.
- En realidad no fue nada y... Bueno - dijo mientras sus miradas se cruzaban manteniéndose juntas, él viéndose en los ojos azules de ella, ella fijándose en los grises que la escrutaban- ¿Te bajas?
Elizabeth estaba
acostada con medio cuerpo fuera de la cama y la mirada hacia el techo
escuchando algo que a Gabriela le pareció Guns n Roses, aunque la verdad, ella
de música no sabía nada, más de una vez había confundido a los Rolling con
Aerosmith, Megadeth, los Beatles y hasta ciertas tonadas de Theatre des
Vampires.
Jamás había entendido a Elizabeth, era completamente extraña
en la música, pasaba en cuestión de segundos
de las suaves melodías descomplicadas en reggae de Malú a los
estrepitosos gritos guturales de Cannibal Corps, tenía gigas y gigas enteros de
canciones y videos en su laptop y su iPod, cualquiera pensaría que es una
aficionada a la música pero no es así, lo suyo era la imagen, sus paredes
estaban repletas de fotografías de lugares, personas que no conocía, de
miradas, de objetos, de momentos, en fin, entre su gran repertorio de canciones
y el centenar de instantáneas pegadas en sus muros, estaba su alma buscando
ubicación.
- ¿Estás bien?
- Seh...
- Pues no parece, ni siquiera te diste la molestia de poner un Cd en el equipo de sonido. Estás oyendo radio (!)
- Sólo estoy molesta...
- ¿Qué te pasó?
- Nada.
- Vamos nena... Soy tu prima y vivo contigo desde hace dos años sin fallarte jamás, creo que me he ganado algo de confianza.
- Hoy fui al puente, aquel del norte a la salida de la ciudad, me subí en el borde y cuando estaba lista para disparar, él apareció...
- ¿Y?
- Y como puedes ver, guardé el arma nuevamente y bajé.
- ¿No deberías estar agradecida?
- O molesta, ambas son buenas opciones y su elección muy entendible - sonrió cínica - , pero por el momento tengo cosas más importantes que hacer.
- ¿Estudiar?
- No, ya acabé otro semestre y estoy de vacaciones, además es algo mayor.
- ¿Qué tienes que hacer entonces?
- Un perro
- ¿Un perro? Apenas puedes contigo y te vas a comprar una mascota (?)
- No, un perro, si fuera a comprar una mascota sería un gato. ¿Vienes?
- Sabes que no me gustan los animales
- Pero tendrás que vivir con uno así que mejor me ayudas a escogerlo, ¿no?
- Nunca escuchas lo que te digo (!), no tiene sentido ir...
- No... Siempre lo hago, que jamás te haga caso es distinto - le guiñó un ojo sonriendo.
- Me gusta este...
No importa lo que dijera, Gabriela era una niña de quince
años, de esas que sueñan con su príncipe azul y el castillo a orillas del mar o en mitad de un claro en el bosque, más
de una vez había considerado mudarse a su casa en la playa y llevarla a vivir
allí, pero no lo haría, no quería que descuide sus estudios y se pierda entre
sueños Disney y poemas de amor dedicados al ocaso, tenía un buen futuro, ya sea
como directora de la NASA, modelo, cosa que podría pasar con tranquilidad
considerando su metro ochenta y dos, sus ojos verdes y sus rizos dorados que en
conjunto la hacían lucir como la versión femenina de Lestat, o como una
escritora romántica empedernida de esas que buscan siempre un final feliz, pero
por ahora, debía estudiar; Y... A qué niña así no le gustan las mascotas (?),
su problema es que había tenido un hámster que murió cuando le contagió su
resfrío, un loro pequeño al que mató un gato que compró después y a este último
lo había atropellado su madre con el coche una mañana que iba retrasada al
trabajo y todo porque ella le insistía que le comprase un French Poodle, cómo
iba ella a querer otra mascota (?)
- Ajá... - Miraba un cachorro blanco de mes y medio, tal vez dos, tras una pequeña vitrina.
- Es un cocker - señaló un cachorro café creyendo que Elizabeth la había escuchado hace un momento.
- No, es un Gran Danés - llamó con la mano al encargado
- Aquí dice que...
- Me llevo este - señaló sacando su tarjeta de crédito
- Ag (!) Lo hiciste otra vez Beth
- No hizo nada, a mí me gusta esa raza, son grandes, fieles y cariñosos
- ¿Otra vez aquí? No sabía que te gustaban los perros
- Nah, sólo leí la descripción.
- Deja de seguirme, ¿sí?
- No te sigo, sólo quería saber si aceptabas mi propuesta
- No salté, ¿cierto?
- ¿Eso es un sí?
- ...Adiós.
Salió del local con su prima a lado y su nuevo perro en
brazos.
- ¿Nos vamos a quedar en el parque?
- Tiene todas sus vacunas, ¿no? Le hará bien estar en el césped y el sol un rato.
El chico salió de la tienda y cruzó al parque para
alcanzarla
- Hola
- No te pedí que no me siguieras (?)
- No vine por tí sino por él - señaló al cachorro
- Ella...
- ¿Ella? ¿No tiene nombre?
- Sí, igual que tú.
- Creo que era cierto lo del perro...
- Yo no miento.
Gabriela rió por lo falso que eso era, Elizabeth estaba
molesta.
- Mejor me voy a comprar algo de comida para él... Ella... - Sonrió y corrió rumbo a la tienda.
- ¿Por qué viniste hasta aquí?
- Porque le compre algo - sacó un collar de aquellos que usan los metaleros hoy en día, lleno de puntas de acero y completamente negro con una placa grabada.
- ¿Qué dice?
- Vyoleth
La retiró de las manos de Elizabeth y se sentó en el suelo
para ponerle el nuevo accesorio, hermosa, completamente blanca a excepción de
una mancha en su ojo derecho y otra en su lomo cayendo al costado
izquierdo, ambas negras, sería un excelente perro de caza o un fiel cuidador
pero por la manera, el miedo con que la chica la veía de que se lastimara sabía
que no sería así, sería una mimada de esas que salen todos los días a correr
con su dueña y duermen en la cama con ellas, el peluche cuando ven una película
de romance o drama, el caballero de armadura dorada que ladra incesante
acompañando nuestros gritos y quejas cuando es una de miedo o el pañuelo de
lágrimas cuando termina una relación. Toda una mimada.
- ¿Por qué hiciste eso? Ni siquiera me lo preguntaste (!)
- Lo siento, pensé que te gustaría, te oí susurrarlo cuando la tomaste en tus brazos
- Tomó al perro nuevamente al ver que Gabriela se dirigía la auto - Adiós
- Ensució el parque, ¿no limpiarás?
- Tomó la funda del collar y se la entregó - Apuesto que jamás has recogido una...
- ¿Eso qué significa?
- La chica se alejaba de él y estaba casi en el coche - Que acepto, ahora aprovecha tu primera lección sobre la vida y regocíjate.
Ambas chicas entraron en el auto y sentó a Vyoleth en sus
piernas mientras aceleraba ante la mirada sonriente de él.
"en fin, entres (entre) su gran repertorio" 8ª línea de la segunda parte.
ResponderEliminar"mató un gato "(que)" compró después" 10ª línea de la tercera parte
"que Gabriela se dirigía la (al) auto - 55ª línea de la tercera parte
De ahí está full bien el cuento :D
me encanta! hazme un hijo! jajaja aunq insisto en los dialogos deberias ser mas cuidadosa para saber que personaje es el que habla!! de ahi esta todo muito bom.
ResponderEliminarJaja sí, la verdad, es que en word salen más claros los diálogos pero el blog no admite el formato de viñetas de word.
ResponderEliminarAmé esta historia , porfavor sigue escribiendo para nosotros..!!!! eres muy buena en esto..!!! <3
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