lunes, 30 de abril de 2012

Elizabeth 2da Parte


2da. Parte


Y el intenso destino lleva el nombre de Gabriela.
Y el intenso destino se empeña en acercarla a él.




  •            Wow, son las ocho (!) ¿Qué haces despierta?
  •       Elizabeth estaba con un calentador negro y rojo, llevaba el cabello en una perfecta cola alta y el maquillaje impecable mientras alimentaba a Vyoleth.
  •           Sí... Es sólo que no me deja dormir, todos los días se levanta temprano y me muerde el cabello, las orejas, me lame la cara... Las primeras veces traté de ignorarla pero... Ya me resigné, todos necesitamos comer, ¿cierto? No la puedo matar de hambre.
  •           ¿Adónde vas?
  •           Aprovecharé para ir a correr, algo de ejercicio no le hace mal a nadie, ni siquiera a tí...
  •           ¡No presiones! Tengo una lesión, ¿Recuerdas?
  •           Te tronchaste el pie jugando fútbol hace cuatro meses (!)
  •           Todavía me estoy recuperando...
  •           El doctor dijo que ya estabas bien
  •           Él no sabe (!) Todavía me duele  - hizo una mueca de dolor
  •           No pongas cara de perro herido y cámbiate, ¿sí?
  •           Con una condición
  •           Sí, ya, yo te compro un helado - le guiñó un ojo
  •           No, eso no. Bueno sí, era otra cosa pero ya que lo mencionas... Eso también
  •           ¿Qué quieres?
  •           ¿Has hablado con el chico?
  •           ¿Cuál?
  •           El de la otra vez...
  •           Gaby... Conocemos a muchos, ¿Cuál es su nombre?
  •           No lo sé, el de la tienda, el día que compraste tu perro
  •           Se llama Vyoleth
  •           Como sea, ¿Recuerdas su nombre?
  •           La verdad jamás me lo dijo pero sí, lo recuerdo, ¿Qué pasa con él?
  •           ¿Lo has visto?
  •           No.
  •           ¿Por qué? - se quejó - ¿No se supone que tenían un trato?
  •           No me ha buscado, ¿sí?
  •           Tú le dijiste que no te persiguiera...
  •           Exacto, que no me persiga. ¿Cuándo me oíste decirle que no me busque?
  •           ¿Le diste tu número?
  •           No.
  •           ¿Entonces cómo quieres que te encuentre (!)?
  •           Del mismo modo que lo hizo hace dos semanas en la tienda
  •           ¿Y si eso fue sólo una coincidencia?
  •           Entonces esperaré por otra - sonrió
  •           ¡Elizabeth! - se había molestado
  •           Ya, ya, ok pero ¿Qué quieres que haga si no tengo su número?
  •           Uhm... ¿No dijiste que lo llevaste a su casa?
  •           Sí, ¿y?
     Rió

  •         ¿Qué es tan gracioso?

     No dejó de sonreír
  •           Estás loca. No voy a ir hasta allá.
  •           Sí lo harás - tenía tono de niña
  •           ¿Cuál es tu interés de que lo vea?
  •           Es que es lindo...
  •           Jajá, ¿Esa es tu razón?
  •           No me vas a decir que no te gustó...
  •           No, no me gustó, además, me detuvo.
  •           Otra razón para que yo lo aprecie
  •           Como sea, dame una buena razón y lo hago
  •           Es lindo - sonrió
  •           Esa no cuenta...
  •           Evitó que saltes
  •           Dije buena. Todavía no estoy segura de que es a lo sea
  •           Uhm... Si no fuera por él no tendrías a Vyoleth
  •           Sí, tal vez... Pero de no ser por él tampoco estaría aquí.
  •           Ni tuvieras a Vyoleth (!) - repitió - Además... ¡Es lindo!
  •           Está bien, ya, ¿Si lo hago dejarás de molestarme?
  •           ¡Lo juro!... Bueno, lo prometo... Ash (!)... Haré lo posible - dijo sonriendo
  •           Jajaja, no puedes pensar ni en una buena razón porque ya te cuelgas ¿no?
  •           Ves, admites que el que sea lindo es una buena razón
  •           Yo no dije eso...
  •           Me voy  a cambiar para acompañarte a verlo
  •           No. Me vas a acompañar a correr, al parque, no a su casa.
  •           Pero... ¿Por qué?
  •           Porque no quiero que te le lances encima.
  •           No lo haré... Lévame, ¿sí? Por fa, juro que me portaré bien, por fa, por fa, por fa...
  •           Mhmm... Déjame pensarlo...
  •           No seas así, por fa...
  •           Ok, acepto - Gaby iba a comenzar a saltar de la emoción cuando la interrumpió - Pero tengo una condición
  •          ¬¬ - ¿Cual?
  •          Lavas mi carro
  •          Pero... Puedes llevarlo a lavar
  •           No.
  •           Yo pago... - suplicó
  •           No, quiero que tú lo laves, si quieres ir...
  •           Ash (!) Te odio, ¿lo sabes?
  •           Nah, me amas, por eso vives aquí - le guiñó un ojo

  •           ¡Pero ya baja!
v  Elizabeth estaba soltándose el cabello y retocando su maquillaje mientras trataba de ignorarla.
  •           ¡Beth, ya baja!
  •           ¡No dijiste que te ibas a portar bien (?)!
  •           Y tú dijiste que no te gustaba.
  •           No me gusta...
  •           Sí, claro, ¿Por eso tardas tanto en bajar?
  •           Ya, está bien, voy
  •           Voy contigo
  •           No, tú te quedas con Vyoleth, no quiero que esté sola
  •           Pero...

      Se bajó del auto dejando a su prima atrás Subió hasta el octavo piso del edificio y tocó la puerta - Mhmm... Oye... "Tú", ¿estás ahí?  Nadie Respondió pero se oyeron pasos provenientes del departamento, la puerta tembló y los cerrojos se movieron antes de abrirse

  •           Hola Elizabeth
  •           Buen día.
  •           Tarde... Es casi la una, es de tarde
  •           Entiendes lo que quise decir
  •           Sí, Sí... Y... ¿Qué te trae por aquí?
  •           Sólo me preguntaba por qué no te había visto desde hace dos semanas
  •           Me dijiste que no te busque
  •           No. Te dije que no me persigas, es diferente
  •           Tampoco es que pudiera, no tenía tu número ni tu dirección
  •           Me encontraste en la tienda (!)
  •           Fue pura casualidad, no seas paranoica...

       Gabriela apareció tras ellos
  •           ¿No te dije que esperaras en el auto?
  •           Fue Vyoleth, saltó por la venta y corrió hasta aquí - extendió los brazos mostrándola
  •           Eres una terrible mentirosa, para llegar hasta aquí debiste haber tomado el ascensor y no trates de negarlo porque es así, no estás sudando así que ella no se te escapó del coche, además, subiste en vano, ya nos vamos.
  •           No... Quédense, ya es hora del almuerzo, al menos a comer ¿Sí?
  •           Por fa Beth, di que sí, por fa...
  •           Mhmm... Está bien pero sólo al almuerzo
  •           Sólo hay un problema
  •           ¿Cuál?
  •           No tengo comida, ni siquiera en el refrié
  •           ¿Has comprado hamburguesas para llevar?
  •           Ni siquiera las he probado
  •           Entonces aquí va tu segunda lección de vida
  •           ¿Una hamburguesa?
  •           ¡Claro! Si no las has probado nunca has sido adolescente, se las come después de bailar a las dos de la madrugada, luego de un partido de fútbol, en una cita, en el colegio, en las parrilladas, si no las has comido... Déjame decirte que te saltaste una etapa de tu vida. La mejor... Bueno, ¿vamos?
  •           Yo los acompaño - gritó Gabriela que ya había entrado en el departamento y estaba fisgoneando
  •           No Gaby, tú te quedas, él y yo iremos en el choche y no vamos a tardar.

      Ambos bajaron y se dirigieron hacia el auto - Oye, "Tú", agárralo - le lanzó la llave del coche y se subió al asiento del acompañante
-          
  •        Hoy te toca por dos - sonrió
  •           ¿Dos qué?
  •           Eres en verdad lento, ¿no? Me refiero a dos lecciones, hoy manejarás.
  •           Pero no sé hacerlo (!)
  •           Qué importa (?)
  •           ¿No necesito un permiso?
  •           Sólo si la policía te para - El chico entró al auto
  •           ¿Qué hago?
  •           Mete la llave, dale vuelta, enciende el radio y aplasta el pedal derecho, si lo sueltas... Moriremos.

      El chico lo hizo y el auto aumentó su velocidad a una rapidez impresionante. Era una calle vacía, se había estacionado allí intencionalmente para no tener que cruzar toda la avenida con tantos coches, el lugar que había escogido era perfecto, estaba a un lado del edificio y por allí no había tránsito debido a que al otro lado de la calle estaba la entrada a un conjunto que aún no se terminaba de construir y era domingo así que nadie trabajaría allí, él único ruido era el del motor que ahora se forzaba en una marcha inadecuada para la velocidad a la que iba y los estrepitosos toques de un fallido intento de evanescences para imitar a Epica.
  •           ¿Cómo paro esto? - Estaba pálido y su voz inundada de terror

      Movió el volante de un lado al otro mientras el auto iba en zig-sag por la calle. Elizabeth metió el pie en el freno y el auto paró, el corazón del chico latía a gran velocidad y su respiración era muy fuerte.
  •           ¿Alguna vez sentiste el dolor de que se te extravíe una mascota o perder un amigo o que te deje tu novia?

      El negó con la cabeza pero Elizabeth no esperaba que respondiera, ni siquiera se percató de que lo hizo.
  •           Te hiere, lloras, sufres y piensas que jamás pararán de salir tus lágrimas y que no te podría pasar nada peor pero... Pero no es así. Existe algo aún peor que sentir que la pena te carcome: No sentir nada. Sentir que tu corazón late por inercia. Sentir que tus ojos ven pero ya no observan. Sentir que no tienes objetivos ni metas. Sentir que no importa lo que hagas, digas o pase por que ya no tienes nada que perder. Sentir que ya no vives sino que sobrevives. Sentir la nada en su mayor expresión hace que tu único sueño sea morir. Eso es peor.

      Sus ojos estaban cristalinos, se tragaba su pena y más de una lágrima, no iba a llorar frente a él, a fin de cuentas es lo que él esperaba - pensó - miró por la venta el pavimento, habían marcas del frenado improvisto en el suelo, claras marcas de que casi vuelcan o que si ella tardaba un poco más hubieran terminado incrustados en la garita del guardia bajo el gran letrero que decía: "Vistas Paraíso, el mejor lugar para vivir" resaltado en letras negras con fondo verde.
  •          Gracias por decírmelo, en serio - trató de verse como alguien en quien puede confiar - ¿Y... Por dónde voy?

       Se bajó del auto y fue hasta la parte frontal del coche
  •           ¿Qué? - exclamó desde dentro del auto
  •           Vamos, no seas idiota, ¿realmente creíste que te dejaría encender el auto otra vez?

       Cambiaron de asientos
  •           ¿Por qué?
  •           Porque ahora tengo alguien por quién vivir
  •           La tienes desde hace dos años
  •           No me refiero a Gaby sino a Vyoleth. Gabriela puede cuidarse sola.

      La chica había empezado a conducir, iba a gran rapidez pero eso no le preocupaba, era excelente manejando y lo sabía, durante los diez minutos que duraba el camino hasta la sucursal donde comprarían hamburguesas ninguno habló, por su parte el chico se limitó a observar por la ventana, vivía en una ciudad hermosa y jamás lo había notado y ese camino en especial, era espectacular, a diferencia de las principales aquella calle tenía el suelo recién asfaltado y a cada lado una cadena de altos árboles que ocupaban un gran espacio, lástima que todo eso sería demolido para construir más edificios, apartamentos y suites para gente que no lo necesitaba.
  •           No te dije lo que pasó para que agradecieras o por congraciarme contigo - entró al auto-servicio del local - Te lo dije porque no me gusta salir con alguien de quién no sé nada - el dibujó una casa con los dedos -Tonto, me refiero a tu nombre
  •           ¿Siempre tienes que ser tan grosera?

      No contestó.
  •          Esteban, mi nombre es Esteban, Elizabeth.
  •          Diría que es un placer pero ya era hora de que me lo dijeras, fue estresante no saberlo...
  •           No deberías ser tan ruda, no tienes por qué, lastimas a la gente que te quiere ... Lastimas a Gaby, ella es sólo una niña e incluso a ella la tratas como si tuviera treinta y fuera una extraña
  •           Escucha Esteban, que yo te haya contado lo que sucedió no significa que tú puedas involucrarte en mi vida ni mucho menos criticar el modo en que yo trato y cuido a mi prima.
  •           Elizabeth, yo no quise molestarte
  •           Entonces no te vuelvas a meter. ¿Está claro?
  •           Sí, no lo volveré a hacer - miró su edificio, habían vuelto más rápido de lo que pudo notar
  •           Ahora baja y llévale la comida a Gaby, ¿sí? Yo voy en un segundo

      Elizabeth se quedó un rato más en el coche analizando si debía matarlo por idiota y entrometido o por ser un estúpido que tenía la razón. Tal vez cuando lo haga, sería por ambas.

      Gabriela tomó una pequeña caja de plata que encontró en un cajón mientras husmeaba,  había observado toda la suite, estaba casi desocupada, una refrié, una cocina, un sofá, un escritorio y un colchón en el suelo eran los únicos muebles y aparatos que tenía, lo más seguro, dejados allí hace mucho, no eran viejos pero tenían demasiado polvo encima, aparte de todo eso, había también sobre aquel escritorio una laptop y un sin número de papeles y libros, como si hubiera estado investigando algo realmente importante, tres lápices, dos esferos, un borrador y un cuaderno con apuntes de química y biología, nada de eso le interesaba pero el cajón a medio abrir con ese hermoso cofre había llamado su atención, la abrió y desde su interior se elevó una esfera que brillaba en un blanco intenso y con un punto negro en la mitad, la esfera comenzó a deformarse como si el objeto oscuro que tenía dentro luchara por salir a toda costa, como si aquel manto que lo cubría comenzara a quedarle pequeño.
      Se vio de repente ante una masa informe que había triplicado su tamaño y su oscuridad, extrañamente, sin perder su luminosidad.
  •          ¿Qué haces? - regañó desde atrás

      La chica trató de devolver el objeto a la caja pero al tomarlo se escurrió entre sus dedos y cayó al suelo haciendo eco. Era líquido... O estaba cerca de serlo.
  •           ¿Qué haces Gaby (!)?
  •           No, no fue mi intención - replicaba mientras el chico lo recogía del suelo y lo volvía a su tamaño normal al moverlo en círculos entre sus manos
  •           Está bien, sólo ... Deja de espiar
  •           ¿Qué era eso?
  •           Nada. Y no se lo menciones a Elizabeth
  •           Dímelo (!)
  •           No...
  •           ¡Por fa!  ¡Por fa! ¡Por fa!
  •           No lo entenderías, tal vez luego, sólo deja de preguntar...
  •           Dime o se lo contaré a Beth, a ella le responderás - tenía un tono caprichoso pero no seguro de lo que decía
  •           No se lo dirás y lo sabes. No puedes contárselo a tu prima
  •           ¿No puedes contarme qué, Gaby?

      Silencio.
  •           Es que... Él llegó y me encontró viendo...
  •           Viendo por la ventana, la encontré mirando a la calle y le pregunté que fue tan interesante  como para que se quedara allí
  •           Sip Beth, fue eso.
  •           Ajá... - No les creía
  •           Mhmm... Sí, ella me dijo que me vio entrar al auto y que pensó que yo no sabía conducir y yo le dije que no y que casi chocamos y ella rió y dijo que ahora no era sólo ella la irresponsable y que tendría con qué molestarte, entonces yo le pedí que no te dijera nada, fue eso, ¿cierto Gaby?
  •           Sí, exacto Beth... Fue sólo eso

      Elizabeth iba a atacar todavía incrédula de su respuesta pero Gabriela la cortó
  •           Beth, vamos a comer, ¿sí? Tengo hambre - tomó la bolsa y corrió a la cocina sin darle oportunidad de hablar otra vez.
  •           ¿En verdad fue sólo eso Teb?
  •           No seas paranoica, claro que sí - Se marchó junto a Gaby y la dejó en la estancia con su típica mueca de insatisfacción en el rostro pero ella no quería perder ante él
  •           Ah, y... Teb
  •           Dime - gritó desde la cocina, su suite no tenía divisiones así que la podía ver con claridad.
  •           Todo el camino, todo el tiempo que estuviste al volante...
  •           ¿Sí?
  •           Estuviste pisando el acelerador, el carro jamás se iba a detener - sonrió cruelmente
  •           Pero... (?) Tú dijiste que... - se sonrojó de la vergüenza, él había pensado que el auto estaba dañado o algo por el estilo y que debía pisar el embrague, era patético que no supiera distinguirlo del acelerador, pensó.
  •           Ten engañe y tú caíste. Iluso. - Rió con cinismo

      Nadie había ganado, Elizabeth podía haberlos matado pero él... El escondía algo y ella lo sabía, ante sus ojos, nada podía ser peor.

domingo, 29 de abril de 2012

Elizabeth 1ra. Parte


Hola chicos, esta es una historia que escribí-estoy escribiendo para alguien muy importante para mí, así que espero que en verdad les guste, y de ser así, me encantaría saberlo, si logro captar su atención lo suficiente para que terminen de leer este primer capítulo y comenten, sabré que lo estoy haciendo bien. Se aceptan sugerencias. Gracias


1ra. Parte


Una mujer al borde de un puente, cuerpo hermoso y maquillaje ideal.
Su vida es un abismo de tristeza.
Ya no quiere caminar.
Su alma pena en todo momento, su espíritu la quiere abandonar. Pero antes de dar el salto al olvido escucha a alguien tras de sí hablar.





Colocó el arma en su cabeza y cerró los ojos para recordar por última vez a su madre aquella tarde, a su padre y a su hermano... Sino hubiera perdido la compostura, si se hubiera mantenido en silencio en lugar de gritarlos frenéticamente él jamás habría volteado y hubiera visto a aquella anciana cruzar la calle, hubiera frenado en lugar de cambiar de dirección tan bruscamente y chocar contra el auto que venía hacia él...
Todo había sido su culpa.
Respiró por última vez antes de dar el paso hacia el fin, una lágrima rodó por su mejilla, logró ver su imagen en el fondo del río, una chica de veinte y dos años, cabello negro y suelto, ojos avellana y piel blanca, medía casi uno setenta pero en aquella borrosa imagen lucía tan pequeña...
  •          ¡Detente!... No lo hagas, por favor.
  •          Vete de aquí, este no es tu asunto.
  •          Te equivocas, hasta hace ocho segundos no lo era, hasta hace ocho segundos que caminaba por la esquina   de al frente, que no te había visto, que no sabía lo que harías... Hasta hace ocho segundos no lo era. Ahora sí.
  •          Tú no entiendes, apártate de mí. Si quieres ayudar en algo, vete, sí (?)
  •          Lo siento pero no puedo - se acercó a ella - no puedo marcharme y fingir que no vi a una niña sobre le borde de un puente, que no vi una lágrima rodar por el rostro de una pequeña sola y confundida. Simplemente no podría vivir con ello.
  •          Tengo dos balas, no necesito más que una, la otra te la puedo regalar, así no tendrás que "vivir con ello".


El chico miró aquel puente que apenas se mantenía en pie; Un buen lugar para morir, el sol de media tarde que caía sobre el río, una altura suficiente para lograr que su cuerpo se mantenga total en su interior y tan clara que se la podría ver flotando junto a los peces y sobre las blancas rocas en la arena. No escogió aquel sitio por la lejanía de la ciudad ni las pocas posibilidades de que alguien la detuviera, lo había hecho por la estética. La belleza de la estética. Caer de espaldas al agua hasta que su piel se hiciera tan blanca como el hielo. La belleza del césped rodeándola, el dulce cantar de las aves desde lo alto de los árboles y las coloridas orquídeas que crecían en los claros, aun cuando su cuerpo se moviera inerte a la deriva y terminara a la orilla de aquel río, luciría hermoso, blanco como ninguno, ya sin sangre pero hermoso.

  •        Las aceptaría pero todavía tengo muchas cosas que hacer aquí, muchos sitios que visitar y experiencias que vivir, gente por conocer y personas por ayudar.
  •           Entonces déjame felicitarte, porque yo no tengo nada por qué vivir.
  •           Entonces hazlo por mí.
  •          ¿Estás demente?


La mirada de la chica se dirigió hacia él por primera vez, él sonrió al notar que había logrado que su mente pensara en algo más que aquel abismo bajos sí.

  •           Jamás he ido al cine ni a los bolos, nunca he estado en un parque de diversiones ni he visto el mar, jamás he estado en un baile ni he ido a una obra de teatro, jamás he jugado fútbol ni me he enamorado... Tengo muchas cosas por las cuales vivir y tú ni siquiera sabes si podrías hacerlo, vive por mí, vive conmigo, al menos un tiempo - extendió su mano hacia ella suplicante.
  •      Elizabeth miró lo que tenía bajo sus pies y luego el rostro del chico sin decir una sola palabra, había llegado convencida de lo que haría pero ahora no estaba segura, tenía una casa, un auto, muchos amigos y toda la universidad pagada para la carrera que creía era sus sueños pero no tenía por qué vivir, ni siquiera un perro... Y ahora tenía una proposición.
  •           ¿Cuál es tu nombre?
  •           Elizabeth ¿Por qué te quedaste?
  •           Porque vi una niña que lloraba por no encontrar nada que hacer de su vida y me vi a mí necesitando a alguien que me ayude a hacer algo de la mía. Los dos ganamos - Sonrió.
  •          ¿Cómo te llamas?

Miró su rostro tratando de adivinar su nombre, era un chico de cabello negro, ojos grises, piel blanca y un metro setenta y siete de alto, debía ser un nombre italiano como Alessandro o tal vez Lukas, sí, tenía cara de Lukas, bondad en sus ojos e ingenuidad desbordante, no parecía tonto, de hecho lucía muy inteligente pero era ingenuo, se notaba, o tal vez eso quiso creer para darle sentido a lo que él estaba haciendo.

  •           ¿Por qué quisiste dispararte?
  •           Porque no tenía un perro.
  •           Yo no me llamo, eso sería algo un poco absurdo, sé dónde estoy, no me he perdido.


No se conformó con la respuesta pero tampoco podía protestar, ella también había huido a la pregunta. Caminó hacia su automóvil y quitó el seguro con un botón de alarma. Entró. Prendió el auto. Esperó. Salió.

  •           ¿No te vas a subir?
  •           ¿En eso?
  •           "Eso" se llama auto.
  •           Bajó la mirada - ¿Estás molesta? ¿Dije algo malo?
  •           Al parecer eres muy nuevo en esto de la vida e interacción interpersonal... Mira, estoy agradecida, en serio - se esforzó por sonreír - pero yo soy así, ése es mi carácter y por interesante que haya sido tu propuesta no voy a cambiar. Entra, ¿sí?

El joven abrió la puerta, se sentó y la cerró.
  • No quiero una multa.
  •  ¿Qué?
  • El cinturón
  • ¿Qué cinturón?
  • Ash... - Se estiró y lo colocó en su sitio - jamás has viajado en auto, ¿no?

-          Negó con la cabeza.

  •           Bueno, te tomaste la molestia de acercarte y convencerme, así que...
  •           Yo no hice nada más que una propuesta.
  •           No importa, el punto es que te llevaré a tu casa. ¿Dónde vives?

El chico dio una dirección que había aprendido de memoria y se limitó a sentir el calor del coche y escuchar la voz de la chica alzarse sobre el sonido del radio encendido al cantar.
Vivía en el centro de la cuidad, un edificio bien ubicado, estaba en la esquina de una de las avenidas más transitadas, a cualquier otro le encantaría adquirir un departamento allí pero a él no, el ruido comenzaba desde muy temprano, por no decir que jamás se detenía y pese a tener una vista excelente que daba directo a los parques y plazas más bellos de la capital, no conseguía fijarse en nada más que los autos  que pasaban por la calle en la noche, las luces lo enfurecían, no había mejor lugar para observar las estrellas que su departamento en el octavo piso pero las luces de los autos lo arruinaban por completo.

  •          Llegamos...
  •           En verdad te lo agradezco, para ser sincero no hubiera dado caminando...

La chica asintió mientras él continuaba agradeciendo.
  •           En realidad no fue nada y... Bueno - dijo mientras sus miradas se cruzaban manteniéndose juntas, él viéndose en los ojos azules de ella, ella fijándose en los grises que la escrutaban- ¿Te bajas?


Elizabeth estaba  acostada con medio cuerpo fuera de la cama y la mirada hacia el techo escuchando algo que a Gabriela le pareció Guns n Roses, aunque la verdad, ella de música no sabía nada, más de una vez había confundido a los Rolling con Aerosmith, Megadeth, los Beatles y hasta ciertas tonadas de Theatre des Vampires.
Jamás había entendido a Elizabeth, era completamente extraña en la música, pasaba en cuestión de segundos  de las suaves melodías descomplicadas en reggae de Malú a los estrepitosos gritos guturales de Cannibal Corps, tenía gigas y gigas enteros de canciones y videos en su laptop y su iPod, cualquiera pensaría que es una aficionada a la música pero no es así, lo suyo era la imagen, sus paredes estaban repletas de fotografías de lugares, personas que no conocía, de miradas, de objetos, de momentos, en fin, entre su gran repertorio de canciones y el centenar de instantáneas pegadas en sus muros, estaba su alma buscando ubicación.

  •           ¿Estás bien?
  •           Seh...
  •           Pues no parece, ni siquiera te diste la molestia de poner un Cd en el equipo de sonido. Estás oyendo radio (!)
  •           Sólo estoy molesta...
  •           ¿Qué te pasó?
  •           Nada.
  •           Vamos nena... Soy tu prima y vivo contigo desde hace dos años sin fallarte jamás, creo que me he ganado algo de confianza.
  •           Hoy fui al puente, aquel del norte a la salida de la ciudad, me subí en el borde y cuando estaba lista para disparar, él apareció...
  •           ¿Y?
  •           Y como puedes ver, guardé el arma nuevamente y bajé.
  •           ¿No deberías estar agradecida?
  •           O molesta, ambas son buenas opciones y su elección muy entendible - sonrió cínica - , pero por el momento tengo cosas más importantes que hacer.
  •           ¿Estudiar?
  •           No, ya acabé otro semestre y estoy de vacaciones, además es algo mayor.
  •           ¿Qué tienes que hacer entonces?
  •           Un perro
  •           ¿Un perro? Apenas puedes contigo y te vas a comprar una mascota (?)
  •           No, un perro, si fuera a comprar una mascota sería un gato. ¿Vienes?
  •           Sabes que no me gustan los animales
  •           Pero tendrás que vivir con uno así que mejor me ayudas a escogerlo, ¿no?
  •           Nunca escuchas lo que te digo (!), no tiene sentido ir...
  •           No... Siempre lo hago, que jamás te haga caso es distinto - le guiñó un ojo sonriendo.


  •           Me gusta este...

No importa lo que dijera, Gabriela era una niña de quince años, de esas que sueñan con su príncipe azul y el castillo a orillas del  mar o en mitad de un claro en el bosque, más de una vez había considerado mudarse a su casa en la playa y llevarla a vivir allí, pero no lo haría, no quería que descuide sus estudios y se pierda entre sueños Disney y poemas de amor dedicados al ocaso, tenía un buen futuro, ya sea como directora de la NASA, modelo, cosa que podría pasar con tranquilidad considerando su metro ochenta y dos, sus ojos verdes y sus rizos dorados que en conjunto la hacían lucir como la versión femenina de Lestat, o como una escritora romántica empedernida de esas que buscan siempre un final feliz, pero por ahora, debía estudiar; Y... A qué niña así no le gustan las mascotas (?), su problema es que había tenido un hámster que murió cuando le contagió su resfrío, un loro pequeño al que mató un gato que compró después y a este último lo había atropellado su madre con el coche una mañana que iba retrasada al trabajo y todo porque ella le insistía que le comprase un French Poodle, cómo iba ella a querer otra mascota (?)
  •           Ajá... - Miraba un cachorro blanco de mes y medio, tal vez dos, tras una pequeña vitrina.
  •           Es un cocker - señaló un cachorro café creyendo que Elizabeth la había escuchado hace un momento.
  •           No, es un Gran Danés - llamó con la mano al encargado
  •           Aquí dice que...
  •           Me llevo este - señaló sacando su tarjeta de crédito
  •           Ag (!) Lo hiciste otra vez Beth
  •           No hizo nada, a mí me gusta esa raza, son grandes, fieles y cariñosos
  •           ¿Otra vez aquí? No sabía que te gustaban los perros
  •          Nah, sólo leí la descripción.
  •           Deja de seguirme, ¿sí?
  •           No te sigo, sólo quería saber si aceptabas mi propuesta
  •           No salté, ¿cierto?
  •           ¿Eso es un sí?
  •           ...Adiós.

Salió del local con su prima a lado y su nuevo perro en brazos.

  •           ¿Nos vamos a quedar en el parque?
  •           Tiene todas sus vacunas, ¿no? Le hará bien estar en el césped y el sol un rato.

El chico salió de la tienda y cruzó al parque para alcanzarla

  •           Hola
  •           No te pedí que no me siguieras (?)
  •           No vine por tí sino por él - señaló al cachorro
  •           Ella...
  •           ¿Ella? ¿No tiene nombre?
  •           Sí, igual que tú.
  •           Creo que era cierto lo del perro...
  •           Yo no miento.

Gabriela rió por lo falso que eso era, Elizabeth estaba molesta.
  •           Mejor me voy a comprar algo de comida para él... Ella... - Sonrió y corrió rumbo a la tienda.
  •           ¿Por qué viniste hasta aquí?
  •           Porque le compre algo - sacó un collar de aquellos que usan los metaleros hoy en día, lleno de puntas de acero y completamente negro con una placa grabada.
  •           ¿Qué dice?
  •           Vyoleth

La retiró de las manos de Elizabeth y se sentó en el suelo para ponerle el nuevo accesorio, hermosa, completamente blanca a excepción de una mancha  en su ojo  derecho y otra en su lomo cayendo al costado izquierdo, ambas negras, sería un excelente perro de caza o un fiel cuidador pero por la manera, el miedo con que la chica la veía de que se lastimara sabía que no sería así, sería una mimada de esas que salen todos los días a correr con su dueña y duermen en la cama con ellas, el peluche cuando ven una película de romance o drama, el caballero de armadura dorada que ladra incesante acompañando nuestros gritos y quejas cuando es una de miedo o el pañuelo de lágrimas cuando termina una relación. Toda una mimada.

  •           ¿Por qué hiciste eso? Ni siquiera me lo preguntaste (!)
  •           Lo siento, pensé que te gustaría, te oí susurrarlo cuando la tomaste en tus brazos
  •           Tomó al perro nuevamente al ver que Gabriela se dirigía la auto - Adiós
  •           Ensució el parque, ¿no limpiarás?
  •           Tomó la funda del collar y se la entregó - Apuesto que jamás has recogido una...
  •           ¿Eso qué significa?
  •           La chica se alejaba de él y estaba casi en el coche - Que acepto, ahora aprovecha tu primera lección sobre la vida y regocíjate.

Ambas chicas entraron en el auto y sentó a Vyoleth en sus piernas mientras aceleraba ante la mirada sonriente de él.