2da. Parte
Y el intenso destino lleva el nombre de Gabriela.
Y el intenso destino se empeña en acercarla a él.
- Wow, son las ocho (!) ¿Qué haces despierta?
- Elizabeth estaba con un calentador negro y rojo, llevaba el cabello en una perfecta cola alta y el maquillaje impecable mientras alimentaba a Vyoleth.
- Sí... Es sólo que no me deja dormir, todos los días se levanta temprano y me muerde el cabello, las orejas, me lame la cara... Las primeras veces traté de ignorarla pero... Ya me resigné, todos necesitamos comer, ¿cierto? No la puedo matar de hambre.
- ¿Adónde vas?
- Aprovecharé para ir a correr, algo de ejercicio no le hace mal a nadie, ni siquiera a tí...
- ¡No presiones! Tengo una lesión, ¿Recuerdas?
- Te tronchaste el pie jugando fútbol hace cuatro meses (!)
- Todavía me estoy recuperando...
- El doctor dijo que ya estabas bien
- Él no sabe (!) Todavía me duele - hizo una mueca de dolor
- No pongas cara de perro herido y cámbiate, ¿sí?
- Con una condición
- Sí, ya, yo te compro un helado - le guiñó un ojo
- No, eso no. Bueno sí, era otra cosa pero ya que lo mencionas... Eso también
- ¿Qué quieres?
- ¿Has hablado con el chico?
- ¿Cuál?
- El de la otra vez...
- Gaby... Conocemos a muchos, ¿Cuál es su nombre?
- No lo sé, el de la tienda, el día que compraste tu perro
- Se llama Vyoleth
- Como sea, ¿Recuerdas su nombre?
- La verdad jamás me lo dijo pero sí, lo recuerdo, ¿Qué pasa con él?
- ¿Lo has visto?
- No.
- ¿Por qué? - se quejó - ¿No se supone que tenían un trato?
- No me ha buscado, ¿sí?
- Tú le dijiste que no te persiguiera...
- Exacto, que no me persiga. ¿Cuándo me oíste decirle que no me busque?
- ¿Le diste tu número?
- No.
- ¿Entonces cómo quieres que te encuentre (!)?
- Del mismo modo que lo hizo hace dos semanas en la tienda
- ¿Y si eso fue sólo una coincidencia?
- Entonces esperaré por otra - sonrió
- ¡Elizabeth! - se había molestado
- Ya, ya, ok pero ¿Qué quieres que haga si no tengo su número?
- Uhm... ¿No dijiste que lo llevaste a su casa?
- Sí, ¿y?
- ¿Qué es tan gracioso?
No dejó de sonreír
- Estás loca. No voy a ir hasta allá.
- Sí lo harás - tenía tono de niña
- ¿Cuál es tu interés de que lo vea?
- Es que es lindo...
- Jajá, ¿Esa es tu razón?
- No me vas a decir que no te gustó...
- No, no me gustó, además, me detuvo.
- Otra razón para que yo lo aprecie
- Como sea, dame una buena razón y lo hago
- Es lindo - sonrió
- Esa no cuenta...
- Evitó que saltes
- Dije buena. Todavía no estoy segura de que es a lo sea
- Uhm... Si no fuera por él no tendrías a Vyoleth
- Sí, tal vez... Pero de no ser por él tampoco estaría aquí.
- Ni tuvieras a Vyoleth (!) - repitió - Además... ¡Es lindo!
- Está bien, ya, ¿Si lo hago dejarás de molestarme?
- ¡Lo juro!... Bueno, lo prometo... Ash (!)... Haré lo posible - dijo sonriendo
- Jajaja, no puedes pensar ni en una buena razón porque ya te cuelgas ¿no?
- Ves, admites que el que sea lindo es una buena razón
- Yo no dije eso...
- Me voy a cambiar para acompañarte a verlo
- No. Me vas a acompañar a correr, al parque, no a su casa.
- Pero... ¿Por qué?
- Porque no quiero que te le lances encima.
- No lo haré... Lévame, ¿sí? Por fa, juro que me portaré bien, por fa, por fa, por fa...
- Mhmm... Déjame pensarlo...
- No seas así, por fa...
- Ok, acepto - Gaby iba a comenzar a saltar de la emoción cuando la interrumpió - Pero tengo una condición
- ¬¬ - ¿Cual?
- Lavas mi carro
- Pero... Puedes llevarlo a lavar
- No.
- Yo pago... - suplicó
- No, quiero que tú lo laves, si quieres ir...
- Ash (!) Te odio, ¿lo sabes?
- Nah, me amas, por eso vives aquí - le guiñó un ojo
- ¡Pero ya baja!
- ¡Beth, ya baja!
- ¡No dijiste que te ibas a portar bien (?)!
- Y tú dijiste que no te gustaba.
- No me gusta...
- Sí, claro, ¿Por eso tardas tanto en bajar?
- Ya, está bien, voy
- Voy contigo
- No, tú te quedas con Vyoleth, no quiero que esté sola
- Pero...
Se bajó del auto dejando a su prima atrás Subió hasta el octavo piso del edificio y tocó la puerta - Mhmm... Oye... "Tú", ¿estás ahí? Nadie
Respondió pero se oyeron pasos provenientes del departamento, la puerta tembló
y los cerrojos se movieron antes de abrirse
- Hola Elizabeth
- Buen día.
- Tarde... Es casi la una, es de tarde
- Entiendes lo que quise decir
- Sí, Sí... Y... ¿Qué te trae por aquí?
- Sólo me preguntaba por qué no te había visto desde hace dos semanas
- Me dijiste que no te busque
- No. Te dije que no me persigas, es diferente
- Tampoco es que pudiera, no tenía tu número ni tu dirección
- Me encontraste en la tienda (!)
- Fue pura casualidad, no seas paranoica...
Gabriela apareció tras ellos
- ¿No te dije que esperaras en el auto?
- Fue Vyoleth, saltó por la venta y corrió hasta aquí - extendió los brazos mostrándola
- Eres una terrible mentirosa, para llegar hasta aquí debiste haber tomado el ascensor y no trates de negarlo porque es así, no estás sudando así que ella no se te escapó del coche, además, subiste en vano, ya nos vamos.
- No... Quédense, ya es hora del almuerzo, al menos a comer ¿Sí?
- Por fa Beth, di que sí, por fa...
- Mhmm... Está bien pero sólo al almuerzo
- Sólo hay un problema
- ¿Cuál?
- No tengo comida, ni siquiera en el refrié
- ¿Has comprado hamburguesas para llevar?
- Ni siquiera las he probado
- Entonces aquí va tu segunda lección de vida
- ¿Una hamburguesa?
- ¡Claro! Si no las has probado nunca has sido adolescente, se las come después de bailar a las dos de la madrugada, luego de un partido de fútbol, en una cita, en el colegio, en las parrilladas, si no las has comido... Déjame decirte que te saltaste una etapa de tu vida. La mejor... Bueno, ¿vamos?
- Yo los acompaño - gritó Gabriela que ya había entrado en el departamento y estaba fisgoneando
- No Gaby, tú te quedas, él y yo iremos en el choche y no vamos a tardar.
Ambos bajaron y se dirigieron hacia el auto - Oye, "Tú",
agárralo - le lanzó la llave del coche y se subió al asiento del acompañante
-
- Hoy te toca por dos - sonrió
- ¿Dos qué?
- Eres en verdad lento, ¿no? Me refiero a dos lecciones, hoy manejarás.
- Pero no sé hacerlo (!)
- Qué importa (?)
- ¿No necesito un permiso?
- Sólo si la policía te para - El chico entró al auto
- ¿Qué hago?
- Mete la llave, dale vuelta, enciende el radio y aplasta el pedal derecho, si lo sueltas... Moriremos.
El chico lo hizo y el auto aumentó su velocidad a una rapidez
impresionante. Era una calle vacía, se había estacionado allí intencionalmente
para no tener que cruzar toda la avenida con tantos coches, el lugar que había
escogido era perfecto, estaba a un lado del edificio y por allí no había
tránsito debido a que al otro lado de la calle estaba la entrada a un conjunto
que aún no se terminaba de construir y era domingo así que nadie trabajaría
allí, él único ruido era el del motor que ahora se forzaba en una marcha
inadecuada para la velocidad a la que iba y los estrepitosos toques de un
fallido intento de evanescences para imitar a Epica.
- ¿Cómo paro esto? - Estaba pálido y su voz inundada de terror
Movió el volante de un lado al otro mientras el auto iba en
zig-sag por la calle. Elizabeth metió el pie en el freno y el auto paró, el
corazón del chico latía a gran velocidad y su respiración era muy fuerte.
- ¿Alguna vez sentiste el dolor de que se te extravíe una mascota o perder un amigo o que te deje tu novia?
El negó con la cabeza pero Elizabeth no esperaba que respondiera,
ni siquiera se percató de que lo hizo.
- Te hiere, lloras, sufres y piensas que jamás pararán de salir tus lágrimas y que no te podría pasar nada peor pero... Pero no es así. Existe algo aún peor que sentir que la pena te carcome: No sentir nada. Sentir que tu corazón late por inercia. Sentir que tus ojos ven pero ya no observan. Sentir que no tienes objetivos ni metas. Sentir que no importa lo que hagas, digas o pase por que ya no tienes nada que perder. Sentir que ya no vives sino que sobrevives. Sentir la nada en su mayor expresión hace que tu único sueño sea morir. Eso es peor.
Sus ojos estaban cristalinos, se tragaba su pena y más de una
lágrima, no iba a llorar frente a él, a fin de cuentas es lo que él esperaba -
pensó - miró por la venta el pavimento, habían marcas del frenado improvisto en
el suelo, claras marcas de que casi vuelcan o que si ella tardaba un poco más
hubieran terminado incrustados en la garita del guardia bajo el gran letrero
que decía: "Vistas Paraíso, el mejor lugar para vivir" resaltado en
letras negras con fondo verde.
- Gracias por decírmelo, en serio - trató de verse como alguien en quien puede confiar - ¿Y... Por dónde voy?
Se bajó del auto y fue hasta la parte frontal del coche
- ¿Qué? - exclamó desde dentro del auto
- Vamos, no seas idiota, ¿realmente creíste que te dejaría encender el auto otra vez?
Cambiaron de asientos
- ¿Por qué?
- Porque ahora tengo alguien por quién vivir
- La tienes desde hace dos años
- No me refiero a Gaby sino a Vyoleth. Gabriela puede cuidarse sola.
La chica había empezado a conducir, iba a gran rapidez pero eso no
le preocupaba, era excelente manejando y lo sabía, durante los diez minutos que
duraba el camino hasta la sucursal donde comprarían hamburguesas ninguno habló,
por su parte el chico se limitó a observar por la ventana, vivía en una ciudad
hermosa y jamás lo había notado y ese camino en especial, era espectacular, a
diferencia de las principales aquella calle tenía el suelo recién asfaltado y a
cada lado una cadena de altos árboles que ocupaban un gran espacio, lástima que
todo eso sería demolido para construir más edificios, apartamentos y suites
para gente que no lo necesitaba.
- No te dije lo que pasó para que agradecieras o por congraciarme contigo - entró al auto-servicio del local - Te lo dije porque no me gusta salir con alguien de quién no sé nada - el dibujó una casa con los dedos -Tonto, me refiero a tu nombre
- ¿Siempre tienes que ser tan grosera?
No contestó.
- Esteban, mi nombre es Esteban, Elizabeth.
- Diría que es un placer pero ya era hora de que me lo dijeras, fue estresante no saberlo...
- No deberías ser tan ruda, no tienes por qué, lastimas a la gente que te quiere ... Lastimas a Gaby, ella es sólo una niña e incluso a ella la tratas como si tuviera treinta y fuera una extraña
- Escucha Esteban, que yo te haya contado lo que sucedió no significa que tú puedas involucrarte en mi vida ni mucho menos criticar el modo en que yo trato y cuido a mi prima.
- Elizabeth, yo no quise molestarte
- Entonces no te vuelvas a meter. ¿Está claro?
- Sí, no lo volveré a hacer - miró su edificio, habían vuelto más rápido de lo que pudo notar
- Ahora baja y llévale la comida a Gaby, ¿sí? Yo voy en un segundo
Elizabeth se quedó un rato más en el coche analizando si debía
matarlo por idiota y entrometido o por ser un estúpido que tenía la razón. Tal
vez cuando lo haga, sería por ambas.
Gabriela tomó una pequeña caja de plata que encontró en un cajón
mientras husmeaba, había observado toda
la suite, estaba casi desocupada, una refrié, una cocina, un sofá, un
escritorio y un colchón en el suelo eran los únicos muebles y aparatos que
tenía, lo más seguro, dejados allí hace mucho, no eran viejos pero tenían
demasiado polvo encima, aparte de todo eso, había también sobre aquel
escritorio una laptop y un sin número de papeles y libros, como si hubiera
estado investigando algo realmente importante, tres lápices, dos esferos, un
borrador y un cuaderno con apuntes de química y biología, nada de eso le
interesaba pero el cajón a medio abrir con ese hermoso cofre había llamado su
atención, la abrió y desde su interior se elevó una esfera que brillaba en un
blanco intenso y con un punto negro en la mitad, la esfera comenzó a deformarse
como si el objeto oscuro que tenía dentro luchara por salir a toda costa, como
si aquel manto que lo cubría comenzara a quedarle pequeño.
Se vio de repente ante una masa informe que había triplicado su
tamaño y su oscuridad, extrañamente, sin perder su luminosidad.
- ¿Qué haces? - regañó desde atrás
La chica trató de devolver el objeto a la caja pero al tomarlo se
escurrió entre sus dedos y cayó al suelo haciendo eco. Era líquido... O estaba
cerca de serlo.
- ¿Qué haces Gaby (!)?
- No, no fue mi intención - replicaba mientras el chico lo recogía del suelo y lo volvía a su tamaño normal al moverlo en círculos entre sus manos
- Está bien, sólo ... Deja de espiar
- ¿Qué era eso?
- Nada. Y no se lo menciones a Elizabeth
- Dímelo (!)
- No...
- ¡Por fa! ¡Por fa! ¡Por fa!
- No lo entenderías, tal vez luego, sólo deja de preguntar...
- Dime o se lo contaré a Beth, a ella le responderás - tenía un tono caprichoso pero no seguro de lo que decía
- No se lo dirás y lo sabes. No puedes contárselo a tu prima
- ¿No puedes contarme qué, Gaby?
Silencio.
- Es que... Él llegó y me encontró viendo...
- Viendo por la ventana, la encontré mirando a la calle y le pregunté que fue tan interesante como para que se quedara allí
- Sip Beth, fue eso.
- Ajá... - No les creía
- Mhmm... Sí, ella me dijo que me vio entrar al auto y que pensó que yo no sabía conducir y yo le dije que no y que casi chocamos y ella rió y dijo que ahora no era sólo ella la irresponsable y que tendría con qué molestarte, entonces yo le pedí que no te dijera nada, fue eso, ¿cierto Gaby?
- Sí, exacto Beth... Fue sólo eso
Elizabeth iba a atacar todavía incrédula de su respuesta pero
Gabriela la cortó
- Beth, vamos a comer, ¿sí? Tengo hambre - tomó la bolsa y corrió a la cocina sin darle oportunidad de hablar otra vez.
- ¿En verdad fue sólo eso Teb?
- No seas paranoica, claro que sí - Se marchó junto a Gaby y la dejó en la estancia con su típica mueca de insatisfacción en el rostro pero ella no quería perder ante él
- Ah, y... Teb
- Dime - gritó desde la cocina, su suite no tenía divisiones así que la podía ver con claridad.
- Todo el camino, todo el tiempo que estuviste al volante...
- ¿Sí?
- Estuviste pisando el acelerador, el carro jamás se iba a detener - sonrió cruelmente
- Pero... (?) Tú dijiste que... - se sonrojó de la vergüenza, él había pensado que el auto estaba dañado o algo por el estilo y que debía pisar el embrague, era patético que no supiera distinguirlo del acelerador, pensó.
- Ten engañe y tú caíste. Iluso. - Rió con cinismo
Nadie había ganado, Elizabeth podía haberlos matado pero él... El
escondía algo y ella lo sabía, ante sus ojos, nada podía ser peor.